HISTORIA DEL MUNDO; (1920 - 1986)

 

El mundo desde 1914

Primera parte: 1920-1928 — 

La prosperidad pasajera de los años veinte... 
la calma antes de la tempestad

En 1984 ¡Despertad! publicó tres artículos que trataban de la I Guerra Mundial. Ahora emprendemos una serie de ocho artículos que considerarán algunos de los principales desenvolvimientos desde esa guerra.

Estos sucesos han afectado a toda persona que ahora vive y tienen un significado mucho mayor del que la mayoría de nosotros pudiera imaginarse.

Estamos seguros de que usted disfrutará de leer EL MUNDO DESDE 1914; a continuación presentamos la primera parte.

LA MAYORÍA de las personas “no se daban cuenta de que eran testigos del punto de viraje de la historia moderna”, dice el historiador Hans Kohn sobre el efecto de la primera guerra total de la historia humana, la I Guerra Mundial. Explica que aun después de terminar la guerra, “pocos se daban cuenta de la profunda revolución que había ocurrido en la mente de la gente por todo el mundo, y de que esta revolución se expresaría pronto en la reorganización de la sociedad nacional y la internacional”. ¿Por qué deberían de haberse dado cuenta de ello? Después de todo, al fin del segundo decenio de este siglo todo parecía muy prometedor.

¿Acaso no se había puesto fin a la guerra formalmente por la firma del Tratado de Versalles en 1919, durante la Conferencia de Paz de París? ¿No había estipulado esta conferencia que se estableciera una Sociedad de Naciones que uniera al mundo en paz? ¿No fue la inauguración oficial de este organismo el 16 de enero de 1920 razón suficiente para creer que podía evitarse ahora otra guerra mundial?

Los años veinte... prosperidad pasajera

El mundo despreocupado de los Alegres Noventa (como se llamó a la última década del siglo anterior) fue destruido, a más tardar, por la pesadilla mundial que comenzó en 1914. Ahora que la guerra había terminado, la gente, desilusionada, quería olvidarla cuanto antes. Particularmente en Europa la situación se caracterizaba por confusión política y caos económico. El historiador R. B. Gruver dice que “muchos jóvenes se consideraron sobrevivientes de una guerra sin propósito a la que los habían condenado sus mayores. Por este punto de vista, los valores de la vieja generación se les hicieron muy sospechosos. [...] Dirigieron su atención y esfuerzos al éxito material y a la comodidad física”.

¿Y qué sucedió en los Estados Unidos? Gruver dice: “Parecía que la mayoría de los estadounidenses creían que el valor de los bienes y propiedades aumentaría indefinidamente, y que la persona que comprara algo un día podría venderlo con ganancias el día siguiente. [...] La especulación en la bolsa de valores se hizo general a medida que barberos, taquígrafas y ascensoristas aprovechaban la oportunidad de ganar dinero en una economía en expansión”.

A ambos lados del Atlántico el espíritu despreocupado y materialista de aquella época se reflejaba en su moralidad y actitud, y también en su música, de la cual Gruver dice: “La música popular de los años veinte también expresaba el rechazo de lo tradicional y daba nuevo énfasis a la espontaneidad, el individualismo y la sensualidad”. El jazz, la contribución de los Estados Unidos a la música del siglo XX, maduró. Era una “música que representaba el desdén que sentía aquella generación por la moderación y la respetabilidad”. Este rechazo de las normas de conducta y los valores que por mucho tiempo habían tenido aceptación hizo que el autor F. Scott Fitzgerald llamara a los años veinte la era del jazz. Y mientras el jazz iba obteniendo rápida aceptación mundial, lo mismo sucedía con la actitud de vivir para el placer que el jazz representaba.

Quizás haya desacuerdo sobre quién fue el primero que, en los países de habla inglesa, llamó “Roaring Twenties” a aquel período de la posguerra. Pero hay poco desacuerdo en cuanto a lo apropiado de ese término. Una definición de la palabra inglesa “roaring” es: “Señalado por prosperidad [...] especialmente de naturaleza temporal”. Esa definición ciertamente encaja con los años veinte. Fueron años señalados por prosperidad y caracterizados por una búsqueda sin restricción de placeres, riquezas y gratificación. Sin embargo, mucho antes del fin de aquel decenio había señales de peligro que indicaban que los “buenos tiempos” eran solo de naturaleza temporal.
Se juntan nubes de tensión política

Durante los años veinte la Sociedad de Naciones se entregó a la delicada labor de mantener la paz. Esto era sumamente difícil. Gerhard Schulz, profesor de historia moderna de la Universidad alemana de Tubinga, explica: “Las cargas iniciales de política, moral y económica de la paz fueron agravadas por el hecho de que el nacionalismo había sobrevivido a la guerra mundial; de hecho, hasta había sido revivificado”. En Italia el nacionalismo cobró nueva vida en la forma del fascismo bajo Benito Mussolini, mientras que en Japón se intensificó en la forma de una creciente influencia militar. En China el comunismo adelantaba, después de haber consolidado su poder en Rusia tras la revolución de octubre de 1917. Todo este nacionalismo iba contra los intereses de la Sociedad de Naciones.

Mientras tanto, en Alemania, los nacionalsocialistas, más tarde conocidos como “nazis”, un término que originalmente fue un sobrenombre de burla, iban ganando apoyo. En 1928 su extravagante líder, Adolfo Hitler, habló a favor de reavivar el nacionalismo: “Nuestro pueblo primero tiene que ser liberado de la confusión desesperada del internacionalismo y ser educado deliberada y sistemáticamente en un nacionalismo fanático. [...] Hay un solo derecho en el mundo, y este derecho está en la propia fuerza de uno”.

En los Estados Unidos el nacionalismo surgió en la forma del aislacionismo. Aumentaba el número de los estadounidenses que favorecían el que Europa arrostrara las consecuencias de sus propios hechos. También se oponían a ser miembros de “ese mal que lleva un nombre santo”, como algunos llamaban a la Sociedad de Naciones. A pesar de las súplicas del presidente Wilson, el Congreso cedió al espíritu que dominaba en aquellos tiempos y, en 1920, votó contra el que los Estados Unidos se hicieran miembros de aquel organismo.
Un hecho que intensificaba los peligros intrínsecos escondidos en estas nubes de tensión política que se juntaban era que por lo general nadie los notaba, o simplemente no les prestaban atención. Pero estaban formando la base para una tempestad sin precedente por lo aterradora y destructiva.

Vientos tempestuosos de cambio social

Los amenazadores nubarrones políticos estaban acompañados de vientos tempestuosos de cambio social. Actitudes y normas cambiaron a medida que la gente se envolvió en un mercado de consumo hasta entonces desconocido. Por primera vez podían fabricarse comodidades modernas como automóviles, radios y refrigeradores en suficientes cantidades como para satisfacer a todos. Para promover la venta de tales artículos, la industria publicitaria se desarrolló rápidamente en un negocio de miles de millones de dólares. Introdujo la facilidad de comprar a crédito y a plazos, y se esforzó por convencer al público de que comprara aparatos que posiblemente no necesitaba —que quizás ni siquiera quería—, y a hacerlo con dinero que probablemente no tenía. La radio le presentó un magnífico vehículo para alcanzar sus metas, y lo usó a plenitud.

No siempre se recibían bien las invenciones ahora disponibles, aunque ahorraban tiempo y energía; tampoco las tendencias hacia la pereza, la indolencia y el mimarse que algunos consideraban que estos inventos fomentaban. Por ejemplo, una señora de edad avanzada se perturbó mucho la primera vez que vio pan en rebanadas en la tienda de comestibles. Meneando la cabeza con incredulidad, dijo entre dientes: “Cuando la gente se hace tan holgazana que no puede cortar su propio pan, es para que uno se pregunte en qué irá a parar este mundo”. ¿Qué pensaría ella hoy?

Pero en realidad la situación era mucho más seria. El que fácilmente se pudieran obtener los productos que el mundo de la publicidad hacía tan atrayentes hizo que la atención de la gente pasara lentamente de las necesidades y valores espirituales a lo material. Por mucho tiempo ya la religión organizada había dejado de suministrar la guía espiritual necesaria, y no pudo evitar esta tendencia a apartarse de Dios. Más y más personas comenzaron a promover teorías y filosofías humanas. Por ejemplo, como Gruver nos dice, “la nueva ciencia del sicoanálisis [promovida por Sigmund Freud] fascinó a una generación que había llegado a estar sumamente interesada en sí misma y en sus propias experiencias”.

La teoría de la evolución de Darwin también ayudó a socavar la creencia en Dios y en la Biblia. Sus efectos en la historia mundial no deben subestimarse, como nos dice el libro Europa zwischen den Kriegen (Europa entre las guerras). Este libro llama a Hitler un “genuino darvinista social” que creía firmemente en que la supervivencia del más apto es una ley de la naturaleza. “Su concepto de la guerra”, explica el autor de este libro, Hermann Graml, era que la guerra “era una forma completamente normal de trato nacional necesaria para fortalecer al propio pueblo de uno, y que el verdadero hombre de estado trataría repetidas veces de provocarla él mismo”.

Por supuesto, no todo el mundo permitió que los vientos tempestuosos del cambio social debilitaran su fe en Dios y en Su Palabra. Algunos aprovecharon la nueva tecnología —por ejemplo, la radio— para salir en defensa de su Creador. Esto estaba en claro contraste con el proceder de los que usaban las ondas de radio con el fin exclusivo de beneficiarse comercialmente. En 1924 un grupo de cristianos asociados con la Sociedad Watch Tower inauguró la emisora WBBR, la primera estación de radio no lucrativa de la ciudad de Nueva York. Continuaron valiéndose de ella hasta 1957, cuando fue vendida, después de haber cumplido con su propósito y servido para los intereses del Reino de Dios por más de tres decenios.

Los años veinte y el “león rugiente”

“Amadores de sí mismos, amadores del dinero, presumidos, [...] amadores de placeres más bien que amadores de Dios, teniendo una forma de devoción piadosa, pero resultando falsos a su poder.” ¿Describe esto a los años veinte? Sí, aunque el apóstol cristiano Pablo escribió esas palabras hace casi dos mil años. No fue coincidencia el que las debilidades humanas que se mencionan en esas palabras se hicieran más pronunciadas en la sociedad orientada hacia el dinero, sedienta de placeres y espiritualmente débil de los años veinte. Lo que sucedió fue una indicación inequívoca de que el mundo había entrado en el tiempo que Pablo llamó “los últimos días”. También indicaba que “el Diablo [...] como león rugiente” estaba aumentando su actividad para apartar a la gente de su Creador. (2 Timoteo 3:1-5; 1 Pedro 5:8.)

Para contrarrestar esta tendencia, los cristianos que se asociaban con la Sociedad Watch Tower comenzaron a acelerar su propia actividad en defensa de la religión verdadera. En 1922 intensificaron una campaña de publicidad destinada a anunciar el Reino venidero de Dios. En 1927, a fin de facilitar la impresión de literatura bíblica, construyeron su propia fábrica en Brooklyn. La cantidad de “anunciantes” todavía era pequeña; sin embargo, durante 1928, cuando los años veinte llegaban a su fin, 44.080 de estos anunciantes estaban predicando el Reino de Dios en 32 países del mundo. El “león rugiente” no pudo impedirlo.

Su mensaje era el mismo en todas partes: lo insensato que era cifrar confianza en el materialismo, las teorías humanas o los proyectos políticos —como la Sociedad de Naciones— más bien que en el Reino de Dios. En La Atalaya, en su número en inglés del 15 de julio de 1926, se declaró intrépidamente que la Sociedad de Naciones estaba en contra de Dios: “El que el clero la haya aprobado como sustitutivo para el reino del Mesías ha resultado en que una densa oscuridad se haya posado sobre los pueblos del mundo. [...] El Señor predijo su nacimiento, su corta existencia y su fin eterno. (Revelación 17:10, 11; Isaías 8:9, 10.)”.

Estos cristianos estaban convencidos de que la tempestad del día del juicio de Dios se acercaba rápidamente. Pero primero aquellos años veinte de prosperidad pasajera habían de terminar con otra clase de tempestad, un torbellino de carácter financiero que azotaría con brusquedad inesperada. A su vez, esto prepararía el camino para una tempestad política que daría nuevo significado a la palabra “guerra”. Lea la segunda parte de esta serie de artículos en el número siguiente de ¡Despertad!: “Depresión mundial, y a la guerra de nuevo”.


Otras noticias de relieve


1919: Austria, Francia, Los Países Bajos, Suecia, España y Yugoslavia adoptan
    la jornada de trabajo de ocho horas
1920: En la India, Mohandas Gandhi obtiene apoyo para su movimiento de
    resistencia pasiva
    Los Estados Unidos conceden a las mujeres el derecho de votar (por lo
    menos otras 13 naciones lo habían hecho ya, entre ellas Nueva Zelanda
    en 1893)
1921: Se descubre la insulina para el tratamiento de la diabetes
    Irlanda se divide en el Estado Libre de Irlanda e Irlanda del Norte
1922: Formación oficial de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas
1923: Mueren más de cien mil personas en un terremoto en Tokio
1924: El Ford número diez millones sale de la cadena de montaje de Detroit; el
    modelo T se vende por menos de $300 (E.U.A.)
1925: En Inglaterra, Alemania y los Estados Unidos se realizan los
    primeros ensayos de la televisión
1926: Se lleva a cabo con éxito el primer vuelo de un cohete de combustible
    líquido; el cohete cubre 56 metros (184 pies) en 2,5 segundos
1927: Charles Lindbergh emprende el primer vuelo solitario sin escalas
    entre Nueva York y París
    El astrónomo belga Georges Lemaître formula la teoría de la gran explosión
    del universo en expansión
    Hollywood hace las primeras películas habladas
1928: Se descubre la penicilina
    Walt Disney hace la primera película del ratón Miguelito
    Kingsford Smith y sus compañeros son los primeros en cruzar el Pacífico en
    avión.
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El mundo desde 1914
Segunda parte: 1929-1934 — 

Depresión mundial, y a la guerra de nuevo

“SI ALGUNA vez la fortuna pareció favorecer a los Estados Unidos fue aquel día.” Así describe el historiador David A. Shannon aquel día de 1929 de la jura de Herbert Hoover como presidente de los Estados Unidos. Shannon explica: “Era un año de paz, en el horizonte no se veían nubarrones de guerra, y la riqueza de los Estados Unidos se extendía activamente en ultramar y alteraba las condiciones reinantes en partes del mundo que en sentido económico eran menos afortunadas”.

Pero para fines de la presidencia de Hoover “el estado de ánimo de la nación había cambiado totalmente. En vez de optimismo había pesimismo, desesperación y mucha angustia”. ¿Qué había sucedido?

‘El jueves negro’... el fin de una era

El miércoles 23 de octubre de 1929, sin motivo patente, un grupo de especuladores comenzó a vender acciones a un precio exorbitante en la bolsa de valores de Nueva York. Al día siguiente, el jueves, unos accionistas ansiosos de vender sus acciones antes de que perdieran más valor desataron una estampida que en el transcurso de una semana acabó con más de 15.000 millones de dólares en acciones, y unos meses después con muchos miles de millones más. Así comenzó la situación económica llamada la Gran Depresión.

Los economistas y los historiadores tienen muchas teorías sobre la causa de aquel desastre. Pero, como uno de ellos señala, queda claro que las muchas causas de la Depresión “estaban profundamente arraigadas en los prósperos años veinte”. Puesto que la prosperidad de aquellos años “se había edificado sobre una base inestable [...], el desplome de la bolsa de valores [...] de repente puso al descubierto la podredumbre oculta [en ellos]”. (The United States in the Twentieth Century [Los Estados Unidos en el siglo veinte], páginas 10, 12.)

En todo caso, los “prósperos” años veinte se habían ido. También se habían desvanecido las esperanzas de felicidad que habían engendrado. “La gran quiebra bursátil de 1929 hizo explotar la burbuja —dicen los historiadores F. Freidel y N. Pollack—. Al disminuir la abundancia, sumiendo a millones de personas en la privación, los años veinte solo parecieron un interludio irreal o una broma cruel... una era inmoral de jazz, la era del becerro de oro.” (American Issues in the Twentieth Century [Cuestiones estadounidenses del siglo veinte], página 115.)

De repente, millones de personas quedaron sin empleo. Los que tenían deudas perdieron lo que habían adquirido a crédito, incluso sus hogares. Miembros de familias relacionadas empezaron a vivir juntos para minimizar los gastos. De la noche a la mañana desaparecieron fortunas enteras a medida que las cotizaciones caían verticalmente. Los negocios quebraban. Cuando millares de bancos estadounidenses cerraron sus puertas, una ola de suicidios barrió por la nación. Un comediante logró muchas carcajadas cuando dijo que estaba acostumbrado a recibir de vuelta cheques marcados: “No tiene fondos”. Pero ahora los recibía marcados: “No tiene banco”.

El desplome económico fue mundial, y sus efectos fueron trascendentales. De hecho, el libro The United States and Its Place in World Affairs 1918-1943 [Los Estados Unidos y su lugar en los asuntos mundiales] alega que “esta tragedia económica afectó a todo país y todo aspecto de la vida: el social y el político, el doméstico y el internacional”.

Mientras tanto, en Japón los militaristas también se valían de la situación económica para su propio beneficio. The New Encyclopædia Britannica dice: “La idea de que la expansión mediante la conquista militar resolvería los problemas económicos de Japón ganó aceptación general durante la Gran Depresión de 1929”. La inestabilidad que existía a principios de los años treinta les permitió tanto control a estos militaristas que pudieron —hasta sin la aprobación del gobierno civil— invadir a Manchuria y conquistarla en solo cinco meses. La Sociedad de Naciones llamó agresor a Japón, y Japón respondió, no retirándose de Manchuria, sino retirándose de aquella Sociedad.

¡Yo primero!

Al enfatizar los placeres y promover el materialismo, los años veinte de pasajera prosperidad habían fomentado la actitud de ‘yo primero’, actitud que había sofocado la espiritualidad de la gente. Pero “el terremoto económico que comenzó en 1929”, como lo llama el libro de historia antes mencionado, The United States and Its Place in World Affairs 1918-1943, hizo más pronunciada ahora esta actitud. ¿Cómo? Porque la Depresión “destruyó todo sentido de comunidad de intereses que estuviera desarrollándose, e hizo que cada familia se concentrara en su propia conservación, sin importar el efecto de esto en otros. ¡Sálvese el que pueda! ¡Hay que salvar el pellejo, sin importar a quién se hunda en el esfuerzo!”.

Generalmente se desprecia en las personas una actitud de egoísmo, de creerse el centro de todo, de falta de consideración. Pero, bajo el disfraz del patriotismo, en los grupos nacionales a menudo se considera justificada, a veces hasta deseable, una actitud de esa índole. La Gran Depresión promovió esa clase de espíritu.

El historiador Hermann Graml dice que “la crisis económica mundial le dio un golpe mortal al espíritu de concordia y cooperación internacional que se manifestaba en la Sociedad de Naciones”, y que esto abrió el camino para que, “echando a un lado los escrúpulos, las naciones, individualmente, se hicieran egoístas”. Dice que “se impulsó a la mayoría de las naciones a la irrazonable —pero comprensible— falta de consideración fundada en el deseo de sobrevivir que siembra el pánico en una multitud”. (Europa zwischen den Kriegen [Europa entre las guerras], página 237.)

Quizás en ningún otro lugar se expresó esta actitud con tanta brusquedad como en el discurso que presentó años después Heinrich Himmler, un nazi alemán. Él dijo: “Debe mostrarse honradez, decencia, fidelidad y camaradería cuando tratamos con personas de nuestra misma sangre, pero con nadie más. Lo que le suceda a un ruso o a un checo no me interesa en lo más mínimo. [...] El que las naciones vivan en prosperidad o mueran de hambre como ganado solo me interesa con relación a cuánto las necesitemos como esclavos para nuestra cultura. [...] El que 10.000 rusas se desplomen de agotamiento mientras cavan un foso antitanque me interesa solo con relación a que ese foso quede terminado para Alemania”.

Cuando personas y naciones mostraban tal actitud de ‘yo primero’, e indiferencia a la ley de Dios de amar “a tu prójimo como a ti mismo”, ¿cómo pudiera haberse logrado, o siquiera mantenido, la paz? (Lucas 10:27.) En Salmo 119:165, la Biblia dice: “Paz abundante pertenece a los que aman tu ley”. Pero en vista de que este amor faltaba, sería fácil llevar a las naciones a la condición de estar listas para una nueva guerra. Es significativo el hecho de que tanto la falta de amor como la actitud de ‘yo primero’ habían de caracterizar “los últimos días” del inicuo sistema de Satanás. (2 Timoteo 3:1-5; Mateo 24:3, 12.)

¿En quién debería confiar el hombre?

¿Hizo la situación —en obvio deterioro— que la gente se volviera al Dios a quien había vuelto la espalda durante los “prósperos” años veinte? En cierto modo, sí. Muchas personas mostraron interés en el mensaje que proclamaban los cristianos que se asociaban con la Sociedad Watch Tower, quienes adoptaron el nombre de testigos de Jehová en 1931. Pero las naciones en conjunto no mostraron interés; pusieron su confianza, no en Dios, sino en los “grandes” hombres.

Por ejemplo, a principios del decenio de los treinta, en la India, Mohandas Gandhi adquiría cada vez más apoyo para su intensa campaña de desobediencia civil pacífica. Muchos esperaban que el obtener la tan anhelada independencia de la gobernación británica resultaría en una India estable y pacífica. ¿Se logró esto?

Aquel mismo año el presidente de China, Chiang Kai-shek, se hizo miembro de la Iglesia Metodista. Muchos esperaban que su conversión al cristianismo abriría el camino para una alianza más estrecha entre China y los llamados países cristianos de Occidente. ¿Se logró esto?

En 1932, en una ceremonia en el Vaticano, Mussolini celebró su décimo aniversario en el poder. Muchos esperaban que la bendición papal que allí se impartió aseguraría a los italianos piadosos, a su duce y a su país seguridad y protección duraderas. ¿Se logró esto?

También en 1932, Franklin D. Roosevelt, recién elegido presidente de los Estados Unidos, prometió a sus compatriotas un Nuevo Trato que pusiera de nuevo en marcha a la nación. Un año después bosquejó planes de desarme por los Estados Unidos y exhortó al mundo a deshacerse de todas las armas ofensivas. Muchos esperaban que con este Nuevo Trato se pondría fin al desempleo y la pobreza y vendría la paz. ¿Se logró esto?

En 1933 Hitler llegó a ser el nuevo canciller de Alemania. Poco tiempo después, en su discurso conocido como Discurso a Favor de la Paz, uno de los más eficaces que pronunció, llamó despectivamente a la guerra una “locura sin límites” que “causaría el derrumbe del orden social y político actual”. Subrayó que Alemania buscaba el desarme en armonía con lo que Roosevelt había propuesto, diciendo: “Alemania está dispuesta a aceptar cualquier pacto solemne de no agresión, porque no piensa en atacar, sino en adquirir seguridad”. Muchos esperaban que esta política restauraría el honor y la dignidad de la nación alemana y, por medios pacíficos, garantizaría por mil años el régimen de su dinámico líder. ¿Se logró esto?

También estaba aquella “gran” organización, la Sociedad de Naciones. La revista La Torre del Vigía de septiembre de 1932 dijo acerca de ella: “Los reyes de la Tierra, de acuerdo con el consejo del clero, [...] se unen en una Liga de Naciones y confían en eso y en la ingeniosidad del hombre para librar del dilema actual al mundo perplejo y sufriente”. Muchos esperaban —aunque no los testigos de Jehová— que dicha Sociedad en verdad libraría al mundo de su problemática situación. ¿Se logró esto?

Más de dos mil años atrás el salmista escribió: “No confíen en los poderosos, en simples mortales, que no pueden salvar”. Ahora, con el beneficio de mirar en retrospectiva, ¿no concordaría usted con la sabiduría de esas palabras? (Salmo 146:3, Levoratti-Trusso.)

Y si no hubiera habido una depresión [...]

“Sería excesiva simplificación achacar toda la responsabilidad por los sucesos y tendencias de los años treinta a la depresión”, dicen los autores del libro The United States and Its Place in World Affairs 1918-1943. “Sin embargo —admiten—, la necesidad y la inseguridad extensas de los años de escasez preparó el escenario para los sucesos, suministró a los actores líneas valiosas, añadió grandes escenas a la trágica trama y dio al auditorio nuevos héroes a los cuales aplaudir o nuevos villanos a los cuales abuchear.” Llegan a la conclusión de que si no hubiera habido una depresión, es muy posible que no habría habido una segunda guerra mundial.

Pero hubo una depresión mundial y hubo una segunda guerra mundial. Por lo tanto, obviamente, a pesar del apoyo religioso, la Sociedad de Naciones no pudo lograr la paz para el mantenimiento de la cual había sido creada. Desde su mismo comienzo la Sociedad había estado condenada al fracaso. Pero no moriría rápidamente. Poco a poco iría tambaleando a su muerte. Lea sobre esto en nuestro próximo número.

Otras noticias de relieve

1929: Por primera vez la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas
    hace entrega de premios (Oscars) en Hollywood
1930: Se descubre el planeta Plutón
    Uruguay gana la primera Copa Mundial de Fútbol
1931: Una inundación en la China siega 8.000 vidas y deja sin hogar a 23.000.000
    de personas
    Más de 2.000 personas mueren en un terremoto en Nicaragua
    En Nueva York se completa la construcción del edificio Empire State, el más grande
    del mundo entonces
1932: El descubrimiento del neutrón y el deuterio (hidrógeno pesado) contribuye al
    surgimiento de la física nuclear
1933: Alemania se retira de la Sociedad de Naciones; Hitler proclamado canciller;
    se abre el primer campo de concentración en Dachau; se firma el concordato entre
    Alemania y el Vaticano; quema pública de libros indeseables en Berlín
1934: Se organiza la FBI (Oficina Federal de Investigaciones) en los Estados Unidos para
    combatir a los pandilleros
    El ejército rojo chino, con unos 90.000 soldados, comienza su Larga Marcha a Yenan.
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El mundo desde 1914
Tercera parte: 1935-1940 — 

La Sociedad de Naciones camina 
tambaleante hacia su muerte

LA SOCIEDAD de Naciones fue un niño enfermizo desde su mismísimo nacimiento. El historiador H. Gatzke dice que la primera reunión que se celebró en 1920 fue “más bien que una confederación mundial de naciones, una reunión de grandes potencias europeas que iban en pos de intereses nacionales y que estaban resueltas a que la Sociedad sirviese sus propios propósitos políticos”. Hasta que el espíritu nacionalista pudiese erradicarse, la vida del niño estaría en peligro constante.

Al comienzo de la década de los años treinta, muchos de los miembros de la Sociedad se hallaban francamente descontentos. Italia, por ejemplo, consideraba que no estaba obteniendo la parte equitativa que le correspondía de las materias primas del mundo y que se le había negado el acceso a los mercados mundiales así como las oportunidades de inversión en diversos países del mundo. De modo que en 1935 invadió Etiopía en pos de intereses nacionales. El Japón, que tenía motivos de queja similares, inició un avance contra China en 1937. En ambos casos la Sociedad se vio impotente para intervenir.

Se vio con toda claridad que la Sociedad, que aún no había alcanzado los veinte años de edad, no era el adolescente fornido y saludable que sus apoyadores deseaban que fuese. Su enfermedad terminal estaba siendo motivo de preocupación allá en 1936 puesto que, según el historiador Hermann Graml, “el ambiente [en la sede central de la Sociedad] en Ginebra era como el de un funeral”. Esto no era nada sorprendente, puesto que la Sociedad se enfrentaba a los atrevimientos de Italia y Japón, sin mencionar el comportamiento de un hombre llamado Adolf.

“El tema favorito de Hitler”

Alemania también se sentía descontenta. Estaba luchando tenazmente por recuperar el protagonismo en Europa. El general Hans von Seeckt, jefe de las fuerzas armadas alemanas en los años veinte ‘sostuvo que era impensable que Alemania levantase cabeza de nuevo sin una nueva guerra’, expresa un libro de texto alemán; tampoco Hitler descartó la posible necesidad de acción militar. Es por ello que, según lo manifestó una organización investigadora de la historia militar alemana, “todas las medidas importantes del régimen [entre 1933 y 1939] sirvieron, directa o indirectamente, los propósitos del rearme”.

Desde el punto de vista de Hitler, “las ‘masas’ alemanas estaban compuestas de 85 millones de personas que formaban un ‘núcleo racial’ unificado. El enfoque seudodarwiniano de Hitler requería que este ‘núcleo racial’ conquistase su ‘territorio’”. Así lo explica Gerhard Schulz, profesor de historia moderna de la Universidad de Tübingen: “La conquista violenta de nuevo territorio era el tema favorito de Hitler”.

En realidad, la Sociedad de Naciones ayudó a Hitler a decidir por dónde comenzar. Al finalizar la primera guerra mundial, el Sarre, una región entre Francia y Alemania que durante siglos había sido anexionada por uno u otro de estos dos países, fue colocada bajo la administración de la Sociedad de Naciones. 

Pero se hizo provisión para que los ciudadanos del Sarre decidieran posteriormente por votación, si querían permanecer bajo el control de la Sociedad o llegar a ser parte de Francia o de Alemania. Se programó un plebiscito para 1935.

En ese tiempo Hitler gozaba de mucha popularidad. A los estudiantes jóvenes a veces se les hacía escribir al dictado, cosas como: “Tal como Jesús liberó a la humanidad del pecado y del infierno, del mismo modo Hitler salvó a la nación alemana de la ruina. Jesús y Hitler fueron perseguidos, pero mientras que Jesús fue crucificado, Hitler fue elevado a la cancillería [...]. Jesús edificó para los cielos, Hitler para la tierra alemana”.

Los líderes religiosos no solo no desplegaron neutralidad cristiana, sino que se envolvieron de lleno en la política del plebiscito. Los habitantes del Sarre, predominantemente católicos, tomaron muy a pecho lo que sus obispos les dijeron: “Como católicos alemanes, estamos obligados a apoyar la grandeza, la prosperidad y la paz de nuestra madre patria”. Y los sindicatos católicos dieron esta advertencia: “El que le es infiel a su madre patria, no le será fiel a su Dios”.

Por supuesto, no todo el mundo estaba de acuerdo. Un renombrado autor de la época, Heinrich Mann, dio la siguiente advertencia: “Si votan a favor de Hitler, le prolongarán la vida y compartirán la responsabilidad por sus fechorías [...], incluso por la guerra que él hace inevitable”. Pero esas voces de advertencia eran pocas. Ello hizo que el periodista Kurt Tucholsky escribiese que el Sarre había sido “abandonado por Inglaterra, por Francia, por la Sociedad de Naciones, por los sindicatos internacionales y por el papa”.
Dadas esas circunstancias, la victoria de Hitler en el plebiscito fue algo que ya se preveía. Un abrumador 90,8% votó por llegar a ser parte del nuevo Reich alemán.

Después de esta primera gran victoria de su política extranjera, Hitler se sintió animado a seguir adelante. La Sociedad de Naciones, ya casi agonizante, estaba demasiado débil para interferir cuando, en violación de los términos del Tratado de Versalles, Hitler remilitarizó Renania en 1936. En 1938, nadie le impidió que ocupase Austria ni tampoco que más adelante en ese mismo año anexionase el territorio de los Sudetes, la parte de Checoslovaquia predominantemente de población alemana, antes de invadir el resto del país en 1939. Esto levantó grandes protestas, pero nada más.

Ensayos generales... ¿con qué fin?

Hasta ese entonces la política de agresión de Hitler había seguido su curso sin derramamiento de sangre. No sucedió así en los conflictos mencionados anteriormente en los cuales se habían envuelto Italia y Japón. “El ataque de la Italia fascista a Etiopía —dice la obra de consulta italiana L’uomo e il tempo— se preparó hasta en su más ínfimo detalle y se ejecutó con un tremendo gasto de material y con el apoyo de un enorme aparato propagandístico”. Esa guerra comenzó en 1935, y la ocupación de Etiopía se completó en 1936. El mundo se escandalizó al enterarse de las incursiones de los bombarderos y el uso de gas venenoso.

En Asia, los militaristas japoneses habían llegado a ser tan poderosos que cuando se acusó a China de tratar de hacer volar un tren de los ferrocarriles del sur de Manchuria en 1931, Japón se valió de ello como excusa para desplazar tropas a Manchuria. En 1937 avanzaron hasta la misma China, apoderándose de grandes extensiones de territorio y de las ciudades de Shanghai, Pekín, Nanking, Hankow y Cantón.

Mientras tanto, en Europa, había estallado en 1936 la guerra civil española. Hitler y Mussolini vieron en este acontecimiento una oportunidad para probar sus armas y métodos de guerra más nuevos. Al igual que las guerras de Manchuria, China y Etiopía esto sirvió como ensayo general para algo mayor en el futuro. Según cierta autoridad, más de medio millón de personas murieron en el conflicto español. No es de extrañar que esto captara la atención internacional. Y si el ensayo general acaparó los titulares de los periódicos, ¿qué no haría el estreno de la obra que se avecinaba?

Ataques relámpago en Europa

Las democracias estaban preocupadas al observar los desenvolvimientos en la escena mundial. Gran Bretaña implantó el reclutamiento militar. Luego, en agosto de 1939, Alemania y la Unión Soviética cogieron al mundo por sorpresa al firmar un pacto de no agresión. En realidad era un acuerdo secreto para dividirse Polonia entre los dos países. Confiando en que una vez más no intervendrían las democracias occidentales, Hitler desplazó sus tropas a Polonia a las 4.45 de la madrugada del 1 de septiembre de 1939.

Pero esta vez se equivocó. Gran Bretaña y Francia declararon la guerra a Alemania dos días después. El 17 de septiembre, las tropas soviéticas invadieron Polonia desde el este, y al finalizar el mes, la cuestión polaca prácticamente quedó zanjada. Había comenzado la segunda guerra mundial. El detonador fue una rápida campaña militar, que bien recoge la expresión alemana Blitzkrieg, “guerra relámpago”. En el fulgor de la victoria, Hitler les ofreció la paz a las potencias occidentales. “Si estaba hablando en serio —escribe el historiador alemán Walther Hofer— es algo que no puede saberse con certeza.”

Los primeros años de la guerra se caracterizaron por ataques relámpago de efectos devastadores. Los soviéticos obligaron rápidamente a Estonia, Latvia (Letonia) y Lituania a que permitiesen tropas soviéticas en su suelo. Cuando se le pidió a Finlandia que hiciese lo mismo, rehusó, y fue invadida por los soviéticos el 30 de noviembre de 1939. Finlandia pidió la paz aceptando los términos impuestos por los soviéticos el siguiente mes de marzo.

No obstante, Gran Bretaña y Francia habían considerado mientras tanto, atravesar el país neutral de Noruega para ayudar a Finlandia. Pero cuando Finlandia pidió la paz, los aliados, al no tener ya ningún pretexto para hacerlo, pospusieron esos planes. En una acción preliminar que se efectuó con miras a un desembarco posterior, el 8 de abril de 1940 comenzaron a sembrar de minas las aguas noruegas. Al día siguiente, mientras los noruegos protestaban por la colocación de minas, las tropas alemanas desembarcaron de manera inesperada tanto en Noruega como en Dinamarca. Menos de una semana después, las tropas británicas desembarcaron en Noruega, pero después de varias victorias, se vieron obligados a retirarse debido a algunos informes inquietantes procedentes del sur.

Durante meses flotaba en el aire la pregunta: ¿Cuándo y dónde iniciará Alemania su avance contra Francia? Transcurrió el tiempo y la mayor parte de las acciones militares se centraban en batallas navales. En tierra había tranquilidad. Algunos periodistas comenzaron a hablar de una “guerra ficticia”, ya no de un blitzkrieg, sino más bien un sitzkrieg, que significa literalmente una “guerra sentada”.

Sin embargo, no hubo nada de ficticio en el ataque súbito de los alemanes el 10 de mayo de 1940. Sobrepasando la línea Maginot, la línea defensiva que protegía Francia en su frontera con Alemania, avanzaron a través de los Países Bajos, atravesaron rápidamente Bélgica, y llegaron a la frontera francesa el 12 de mayo. Para el 14 de mayo ya habían caído los Países Bajos. Entonces, avanzando rápidamente por el norte de Francia, las tropas alemanas cercaron a miles de soldados británicos, franceses y belgas con el Canal de la Mancha a sus espaldas. ¡Aquello no fue un sitzkrieg, fue un blitzkrieg en gran escala!

El 26 de mayo comenzó en Dunkerque, Francia, una de las más espectaculares operaciones de rescate de la historia de la guerra. Durante diez días, buques de guerra y centenares de embarcaciones civiles lograron transportar a unos 340.000 soldados a través del Canal de la Mancha a lugar seguro en Gran Bretaña. Pero no todos habían escapado. En el plazo de tres semanas los alemanes hicieron más de un millón de prisioneros.

El 10 de junio, Italia declaró la guerra a Gran Bretaña y a Francia. Luego, cuatro días después, París cayó ante los alemanes. Antes de que concluyese el mes se había firmado un armisticio franco-alemán. Ahora Gran Bretaña quedaba sola. Tal como lo describe el historiador Hofer: “A un ritmo blitzkrieg que ni siquiera él mismo hubiera creído posible, Hitler se había adueñado de la Europa Occidental”.

Contrario a lo que Hitler esperaba, los británicos no pidieron la paz. Por ello, el 16 de julio, ordenó que se hiciesen planes para la “operación león marino”, una invasión de las Islas Británicas. Gran Bretaña se preparó para el ataque relámpago que de nuevo iba a producirse.

¿Y ahora qué?

Durante años los testigos de Jehová habían estado prediciendo públicamente la muerte de la Sociedad de Naciones. Ahora el estallido relámpago de la segunda guerra mundial había dado el golpe final a su agonizante lucha por sobrevivir. Ya se podía celebrar el funeral por tanto tiempo demorado. El cadáver podía ser enterrado en el abismo del cual habla Revelación 17:7-11, texto en el que los Testigos se basaron para profetizar su caída.

Pero después de la muerte, ¿qué? ¿Desembocaría la guerra en algo mayor, quizás en “la guerra del gran día de Dios el Todopoderoso” llamada Armagedón? (Compárese con Revelación 6:4; 16:14, 16.) Aunque estaban deseosos de ver cómo evolucionaría la guerra, los testigos de Jehová se habían determinado a no envolverse personalmente en ella. Iban a mantener su neutralidad cristiana aunque esto representase experimentar —tanto en países totalitarios como democráticos— proscripciones, encarcelamiento, denuncias y ataques violentos de chusmas. Aunque eran menos de cien mil en aquel año bélico de 1940, siguieron adelante esparciendo el mensaje de verdadera esperanza, el mensaje del Reino establecido de Dios.

Y esperanza es exactamente lo que necesitaban las “Naciones en angustia, impulsadas por el temor”. Este será el título de nuestra próxima consideración, la cuarta parte de esta serie, “El mundo desde 1914”.

[Nota a pie de página]

Por ejemplo, The Watchtower del 1 de abril de 1922, pág. 108, dijo: “Satanás [...] trata de establecer ahora un imperio universal bajo un organismo llamado liga de naciones o asociación de naciones [...]. Esta alianza es inmunda y será hecha pedazos en breve”.

Otros asuntos que fueron noticia

1935: Más de 200.000 personas mueren en China a causa de
    inundaciones causadas por el río Yangtse
1936: El transatlántico Queen Mary cruza el Atlántico
    estableciendo una marca de 95 horas y 57 minutos
   Hitler se enfurece cuando el americano Jessie Owens, de raza
    negra, gana cuatro medallas de oro en los juegos olímpicos de
    Berlín
1937: DuPont patenta un nuevo producto conocido como Nylon
   Después de un vuelo transatlántico, el dirigible alemán
    Hindenburg se incendia durante la maniobra de amarre en New
    Jersey; mueren 36 personas
1938: El Vaticano reconoce el régimen de Franco como el gobierno
    oficial español
   Los científicos Hahn y Strassmann descubren que los neutrones
    pueden usarse para desintegrar el uranio
   La llamada Kristallnacht (noche del cristal), cuando las
    tiendas judías de Alemania son saqueadas y destruidas
1939: Decenas de miles de personas mueren a causa de un terremoto
    en Turquía
   El desarrollo del primer avión de reacción y la construcción
    del primer helicóptero
1940: Gran Bretaña hace uso de un radar recientemente
    desarrollado para la guerra aérea.

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El mundo desde 1914
Cuarta parte: 1940-1943 — 

Naciones en angustia, impulsadas por el temor

LAS palabras que el primer ministro Winston Churchill, recién nombrado, dirigió a los miembros de la Cámara de los Comunes británica bastaban para hacer sentir temor aun a las personas más valientes: “No puedo ofrecerles nada más que sangre, sudor y lágrimas”. Recalcando la seriedad de la situación, declaró: “Victoria a toda costa, victoria a pesar de todo el terror, victoria a pesar de cuán largo y duro pueda ser el camino, puesto que sin victoria no hay supervivencia”.

Sí, ese día, el 13 de mayo de 1940, los británicos tenían buenas razones para sentir temor. Durante los siguientes seis meses y en preparación para una invasión, la Luftwaffe alemana iba a enviar centenares de aviones para descargar toneladas de bombas sobre objetivos tanto militares como civiles. Esta acción, que llegó a denominarse posteriormente la Batalla de Inglaterra, tuvo el propósito de acabar con el poderío aéreo británico y destruir la moral de los ciudadanos. Pero la batalla tuvo un resultado negativo para la Luftwaffe. Hitler titubeó, y en octubre —al menos por el momento— se suspendieron los planes de invasión.

¿Libertad del temor?

En los Estados Unidos siguió en aumento la solidaridad con los británicos, erosionando la política oficial americana de neutralidad. Dando a entender claramente sus intenciones, el presidente Roosevelt dijo en 1940: “Les hemos proporcionado a los británicos mucho apoyo material y les vamos a proveer mucho más en el futuro”.

El 6 de enero de 1941, él fue aún más lejos. En un discurso dirigido al Congreso, se refirió a lo que él llamó “cuatro libertades”. Para poder lograr una de ellas —libertad del temor— propuso una “reducción [global] de armamentos a tal grado y tan cabal que ninguna nación estaría en posición de cometer un acto de agresión en contra de ningún país vecino... en ningún lugar del mundo”. Esto, en realidad, era una declaración indirecta de guerra contra la política y objetivos de las potencias del Eje.

Dos meses más tarde, el Congreso de los Estados Unidos autorizó un programa denominado préstamo y arriendo. Esto le permitió al presidente suministrar material de guerra, como tanques y aviones, y también alimento y otros servicios, a cualquier nación cuya defensa él considerase fundamental para los intereses de los Estados Unidos. A pesar de que dentro del país la oposición persistía, era obvio que los Estados Unidos se estaban implicando más y más en la guerra europea.

Mientras tanto, el Japón, envalentonado por el éxito de sus aliados europeos, pensó que era el momento de invadir el sureste asiático sin necesidad de temer demasiado la interferencia británica u holandesa. Cuando Japón invadió Indochina en septiembre de 1940, Washington levantó fuertes protestas. Y cuando el Japón se apoderó de la parte meridional del país, se tomaron represalias. Fueron congelados los bienes japoneses que estaban bajo el control de los Estados Unidos, y se hizo que pesase un embargo sobre los embarques de petróleo al Japón. Los japoneses, al ver amenazados sus intereses fundamentales, se sintieron impulsados a eliminar el peligro de cualquier intervención futura de los Estados Unidos.

Los mandos militares razonaron que podría reducirse considerablemente la posibilidad de represalia por parte de los Estados Unidos obteniendo una victoria decisiva sobre sus fuerzas navales, las cuales superaban en número a las del Japón en aproximadamente un 30%. Después, por medio de capturar territorios americanos, británicos y holandeses, el Japón contaría con bases terrestres desde las cuales defenderse en caso de un futuro contraataque. Se decidió comenzar por Wai Momi.

Ese nombre significa “aguas perlíferas” pues así es como los hawaianos llamaron en el pasado al estuario del río Perla, ubicado a pocos kilómetros al oeste del centro de Honolulú, debido a las ostras perlíferas que se criaban allí. Pero el domingo día 7 de diciembre de 1941 por la mañana, las aguas de Wai Momi no estaban llenas de perlas sino de armazones hundidos de barcos naufragados y también de cuerpos destrozados de las tripulaciones. Los aviones de guerra japoneses habían atacado la principal base naval de los Estados Unidos en el Pacífico ubicada en ese lugar y les habían causado graves pérdidas.

El ataque a Pearl Harbor prácticamente neutralizó a las fuerzas navales americanas en el Pacífico exceptuando a los portaaviones. En pocas horas fueron bombardeadas otras bases aéreas americanas, y esto incapacitó a aproximadamente el 50% de la fuerza aérea de los Estados Unidos en el Extremo Oriente. Tres días más tarde, el Japón invadió las Filipinas, capturó Manila menos de un mes después, y a mediados de mayo tomó el control de todo el archipiélago. En poco tiempo y en rápida sucesión fueron cayendo en manos japonesas: Hong Kong, Birmania, Java, Singapur, Tailandia, Indochina, la Colonia Malaya Británica, Sumatra, Borneo, partes de Nueva Guinea, las Indias Orientales Holandesas, así como docenas de islas del Pacífico. El blitzkrieg asiático no se había quedado atrás con respecto a su réplica europea.

A medida que concluía el año 1942, difícilmente podía decirse que la situación mundial estuviese libre del temor. Fueron más acertadas las palabras proféticas de Jesús: “Sobre la tierra angustia de naciones, [...] mientras que los hombres desmayan por el temor y la expectación de las cosas que vienen sobre la tierra habitada”. (Lucas 21:25, 26.)

Fracasa la guerra relámpago alemana

Mientras tanto, Alemania e Italia extendían su control sobre los Balcanes. Hitler envió sus tropas a Yugoslavia y Grecia el 6 de abril de 1941. Yugoslavia cayó en menos de dos semanas, a la que le siguió Grecia antes de mediados de mayo.

La siguiente maniobra de Hitler estuvo motivada por varios deseos. Posiblemente él todavía estaba resuelto a ejercer influencia en Inglaterra para que ese país pidiese la paz. También deseaba aliviar la carga de los japoneses, que estaban combatiendo contra los soviéticos en China, a fin de que ellos a su vez pudiesen mantener a raya a los americanos. Así pues, Hitler preparó a sus tropas para una arremetida contra la Unión Soviética, su aliada en la campaña polaca.

Los generales de Hitler, envalentonados por los éxitos anteriores, creían que si invadían en junio, la Rusia europea y Ucrania serían suyas antes del comienzo del invierno. Así que lanzaron su ataque el 22 de junio de 1941. Avanzaron como un relámpago, cosechando victoria tras victoria. En dos ocasiones rodearon a grandes unidades de soldados soviéticos y capturaron más de medio millón de prisioneros cada vez. Leningrado parecía estar a punto de caer, y a comienzos de diciembre las tropas alemanas ya estaban a las puertas de Moscú.
No obstante, se aproximaba el invierno, y por primera vez las tropas de Hitler llevaban retraso según el programa previsto. Leningrado y Moscú resistían con firmeza. Los soldados soviéticos, recuperados ya de su golpe inicial y estando mejor equipados para la guerra invernal que sus oponentes alemanes, detuvieron la fuerza inexorable alemana. De hecho, incluso los obligaron a batirse en retirada.

Al verano siguiente los alemanes volvieron a la carga. No obstante, su ataque a toda costa a Stalingrado (actualmente Volgogrado) fue su perdición. A comienzos de 1943, los soviéticos rodearon a decenas de miles de soldados que estaban a punto de tomar la ciudad y les obligaron a rendirse. John Pimlott, conferenciante decano de la Real Academia Militar Sandhurst, comenta: “Fue un golpe aturdidor para la moral alemana y el punto de viraje de la guerra en el Frente Oriental. Antes de Stalingrado los rusos no habían experimentado ninguna victoria absoluta; después de esta iban a sufrir pocas derrotas”.

A finales de 1943, aproximadamente dos terceras partes del vasto territorio conquistado por los alemanes en los dos años anteriores habían sido reconquistadas. La guerra relámpago de los alemanes había fracasado.
“Monty” da caza al “Zorro del Desierto”

En 1912 Cirenaica y Tripolitania (actualmente parte del país norteafricano de Libia) fueron cedidas a Italia. Los aproximadamente 300.000 soldados italianos que estaban acuartelados allí a finales de 1940 planteaban una grave amenaza a la guarnición británica de Egipto, mucho más reducida, que guardaba el acceso al estratégico canal de Suez. Para prevenir este peligro, los británicos decidieron atacar primero. Consiguieron una de las primeras victorias decisivas de los aliados, capturando decenas de miles de prisioneros y consiguiendo que los italianos se batiesen masivamente en retirada. La victoria podría haber sido todavía mayor si Grecia no hubiese aceptado precisamente en ese tiempo la oferta británica de ayuda en su lucha infructuosa contra las potencias invasoras del Eje. Por el momento la campaña del Norte de África quedó suspendida. Esto hizo que las potencias del Eje tuviesen tiempo para reorganizarse.

Las tropas alemanas bajo el mando de Erwin Rommel, conocido posteriormente como el Zorro del Desierto, pudieron dar un giro a la batalla y conseguir importantes victorias. Su mayor éxito lo tuvo en 1942, cuando a comienzos de julio sus tropas avanzaron hacia El Alamein, situado a unos 100 Km. (60 millas) de Alejandría. El blitzkrieg de África estaba a punto de capturar Egipto y conseguir el control del Canal de Suez. Pero después que las tropas británicas al mando del general Sir Bernard Law  Montgomery (“Monty”) lanzaron un ataque protagonizado por unidades de infantería el 23 de octubre, Rommel se vio obligado a iniciar una retirada gradual que pronto se convirtió en una derrota. Luego, en noviembre de 1942, los aliados consiguieron desembarcar en Marruecos y Argelia. El siguiente mes de mayo, los ejércitos del Eje, que ahora se hallaban entre fuerzas enemigas que avanzaban tanto del este como del oeste, habían fracasado en su intento de controlar el norte de África.
De isla en isla en el sur del Pacífico

Para la primavera de 1942, el Japón podía alardear de poseer un imperio que había conseguido su máxima extensión. Pero el plan que tenían los aliados era recuperar este territorio de los japoneses por medio de hacer que sus tropas del Pacífico fuesen tomando una isla tras otra hasta que finalmente alcanzasen el archipiélago japonés. Se inició una larga serie de feroces batallas navales. Islas del Pacífico poco conocidas como Saipan, Guadalcanal, Iwo Jima y Okinawa fueron invadidas, con un horrendo coste por parte de ambos bandos. Los ensueños de islas paradisíacas dieron paso a la cruda realidad: la pesadilla de cadáveres mutilados yaciendo en playas ensangrentadas. La derrota fue amarga; pero hasta la victoria estaba impregnada de temor, el temor a lo que todavía pudiese venir.

Planes para el futuro

Incluso en medio de la guerra, ya se habían hecho planes para la paz. Por ejemplo, se dijo que a mediados de 1942 más de treinta agencias gubernamentales de los Estados Unidos estaban ocupadas en planes para la posguerra, aunque no completamente libres de temor o recelo, pues como Churchill recalcó acertadamente: “Los problemas de la victoria son más agradables que los de la derrota, pero no son menos difíciles”.

Sin duda uno de los problemas más difíciles de la victoria sería hallar un sustituto para la difunta Sociedad de Naciones. Aunque quizá algunas personas pudieran haber expresado sus dudas, los testigos de Jehová tenían la seguridad de que se hallaría tal sustituto. En un discurso que se presentó en la asamblea que celebraron en 1942 en Cleveland, Ohio, el orador dijo: “Las Escrituras muestran que antes de que llegue el Armagedón vendrá la paz. [...] Personas con mentes democráticas esperan que habrá unos Estados Unidos del Mundo, ‘una familia de naciones’, una ‘asociación mundial’ basada en la Unidad de Naciones”. Remitiéndose a la profecía de Revelación 17:8, declaró sin dejar lugar a dudas: “De nuevo surgirá la asociación de las naciones del mundo”.

Pero ¿iba a traer paz duradera? “La clara respuesta de Dios es: ¡No!”, respondió el orador. No obstante, a pesar de su naturaleza temporal, el período de paz venidero sería muy beneficioso. Sin ningún temor al futuro, los testigos de Jehová comenzaron a hacer planes para extender su obra de predicación una vez que terminase la guerra. En 1942 establecieron una escuela misional a fin de preparar a ministros cristianos para servir en otros países. Al año siguiente comenzó un programa para preparar a oradores con el fin de hacer posible una campaña más extensa de reuniones públicas.

A medida que terminaba 1943, las naciones todavía estaban en angustia, todavía impulsadas por el temor. Pero las personas a ambos lados del conflicto, hastiadas de la guerra, comenzaban a esperar con anhelo el prometido alivio que el mundo de la posguerra ofrecía. ¿Traería este período la “libertad del temor” acerca de la que habló Roosevelt? Al contrario. ¡El temor mundial ascendería en breve a nuevos niveles! Y el principal culpable, irónicamente, sería el mismo instrumento aclamado por algunos como un don del cielo para finalmente poner término a los agonizantes años de guerra. Lea en nuestro próximo número “La segunda guerra mundial... su encarnizada y ardiente conclusión”.

[Nota a pie de página]

Principalmente se pensó en ayudar a Gran Bretaña y a las naciones de la Commonwealth, aunque en abril de ese año la ayuda también se extendió a China, y en septiembre, a la Unión Soviética. Cuando terminó la guerra, se habían proporcionado como ayuda unos 50.000 millones de dólares a 38 naciones diferentes.

Otros asuntos que fueron noticia

1941: La conferencia de obispos católicos alemanes anuncia su apoyo a la guerra
    en contra de la Unión Soviética
    Las primeras ejecuciones en masa con gas en el campo de concentración de
    Auschwitz
1942: Bombay, India, arrasada por un ciclón y una inundación; 40.000 muertos
    La primera reacción nuclear en cadena producida en la universidad de
    Chicago
    La conferencia en Wannsee adopta el exterminio como la “solución final”
    nazi al problema judío
1943: Mueren 1.800 personas a causa de un terremoto en Turquía
    Más de un millón de personas mueren de hambre en Bengala
    El Tribunal Supremo de los Estados Unidos, revocando la decisión de 1940,
    da el fallo de que el saludo obligatorio a la bandera en las escuelas públicas es anticonstitucional
    Disturbios raciales en ciudades importantes de Estados Unidos; en Detroit mueren 35personas y 1.000 resultan heridas.

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El mundo desde 1914
Quinta parte: 1943-1945 — 

La segunda guerra mundial... 
su encarnizada y ardiente conclusión

RAY rememora sus tiempos de colegial a comienzos de 1940 cuando él y su hermano solían ponerse cómodos frente al receptor de radio cada noche en su hogar de California para escuchar las noticias de las diez. La diferencia de horario entre California y Europa les permitía escuchar los informes de los bombardeos que habían tenido lugar esa misma noche sobre Alemania. Para esos dos jóvenes el tratar de localizar Essen, Berlín, Stuttgart, Hamburgo y otras ciudades alemanas en el gran mapa de Europa que tenían extendido ante ellos en el suelo, llegó a convertirse en una costumbre de cada noche.

Mientras tanto, los jóvenes alemanes se iban enterando de la guerra de una forma más directa. Su costumbre de cada noche era tratar de conciliar el sueño en los tristes confines de los refugios antiaéreos. Por segunda vez en menos de treinta años, a Alemania se la estaba obligando a doblegarse. En un periódico alemán apareció tiempo después el siguiente comentario: “Lo que hasta entonces se había temido, ahora se puso de manifiesto... a más tardar durante el invierno de 1942 a 1943: Alemania ya no podía ganar una guerra que se había perdido desde hacía tiempo”.

Fuego procedente del cielo

Las bombas de los ejércitos aliados que caían como fuego procedente del cielo ayudaron a los alemanes a convencerse de que la derrota era inevitable. Se calcula que durante la guerra casi una vivienda de cada cinco del país fue destruida o sufrió tantos desperfectos que quedó inhabitable. Más de un millón de civiles perdieron la vida o resultaron gravemente heridos, y entre siete y ocho millones quedaron sin hogar.

Mientras las noticias procedentes de los frentes de la guerra fueron buenas y mientras las personas no se vieron obligadas a pasar la noche en refugios antiaéreos, la mayor parte de ellas estuvo dispuesta a apoyar tácitamente a Hitler y su política. Pero como explica el periódico alemán Süddeutsche Zeitung: “Cuando comenzaron a amontonarse las malas noticias, hubo un punto de viraje”. Un informe del servicio secreto alemán fechado el 9 de agosto de 1943 reconoció que la guerra aérea estaba surtiendo efecto. En él se decía que las personas “confrontadas con el problema aparentemente insoluble de la supervivencia”, ahora se estaban planteando la pregunta que no se habían hecho hasta ese momento: “¿Por qué?”. Los movimientos clandestinos cuyo propósito era derrocar a Hitler o bien obligarle a pedir la paz, recibieron nuevo apoyo. Se intentó infructuosamente asesinarlo varias veces, entre estas el conocido atentado del 20 de julio de 1944.

Se hicieron cada vez más frecuentes las expresiones de descontento a puerta cerrada, que a menudo se expresaban de modo humorístico. Por ejemplo, uno de los relatos decía que un habitante de Berlín y otro de Essen hablaban acerca de la cuantía de los daños que las bombas habían causado a sus respectivas ciudades. El berlinés dijo que el bombardeo de Berlín había sido de tales dimensiones que durante cinco horas después de haber terminado siguieron cayendo cristales de las ventanas de las casas. A esto el habitante de Essen respondió: “Eso no es nada. Después del bombardeo de Essen, estuvieron saliendo disparadas por las ventanas fotografías del Führer durante dos semanas”.

A medida que se acercaba la esperada invasión de Europa por parte de las fuerzas aliadas, estas intensificaron su bombardeo sobre Alemania, al que llamaron “Pointblank”. Esta ofensiva continuó hasta el mismo fin de la guerra, y uno de los bombardeos más controvertidos de la guerra no tuvo lugar sino hasta febrero de 1945. El periódico alemán Stuttgarter Zeitung informa: “Al principio se consideró como objetivo Berlín. Luego se decidió escoger una ciudad que hasta ese entonces hubiese permanecido prácticamente intacta [...], la ciudad de Dresde. [...] La magnitud de la destrucción, como un anticipo de la de Hiroshima, hizo a este bombardeo diferente de todos los demás”. El semanario Illustrierte Wochenzeitung añade: “Dresde, una de las ciudades más bellas de Europa, se convirtió en una ciudad muerta. Ninguna otra ciudad de Alemania fue bombardeada tan sistemáticamente hasta quedar reducida a ruinas”.

Compárense las descripciones de dos testigos oculares de este bombardeo en el recuadro adjunto. Luego pregúntese: ¿Podría algo describir más gráficamente la crueldad y locura de la guerra?

Así pues, antes de la época de “la guerra de las galaxias”, ya era evidente que los cielos encerraban otros peligros aparte de las inclemencias del tiempo. ¡Cómo evoca esto lo que Cristo Jesús profetizó acerca de los últimos días!: “Y habrá escenas espantosas, y del cielo grandes señales. [...] También, habrá señales en el sol y en la luna y en las estrellas”. (Lucas 21:11, 25; compárese con Revelación 13:13.)

Un arma secreta que no logra traer la paz

Después de expulsar a las potencias del Eje del norte de África, los aliados invadieron Sicilia en julio de 1943. En septiembre ya estaban en la península italiana. El gobierno italiano, que en el ínterin había depuesto a Mussolini, capituló. En octubre, dicho gobierno llegó a declararle la guerra a Alemania, su anterior aliada.

A finales de ese mismo año, Hitler, previendo una invasión procedente del oeste, hizo regresar a una parte de las tropas que tenía en el este. Era imperativo que él mantuviese el control de las costas septentrionales de Francia y Bélgica, puesto que desde allí se proponía lanzar lo que, según él creía, cambiaría de nuevo el curso de la batalla a su favor... ¡Un arma secreta!

¿De qué podría tratarse? Supuestamente dicha arma era capaz de arrasar en muy poco tiempo a una ciudad del tamaño de Londres. El rumor que circulaba en el mes de diciembre del año 1943 era que se les había dicho a los habitantes de las regiones occidentales de Alemania que estuviesen preparados para permanecer sesenta horas en los refugios antiaéreos. Luego, después de que el arma secreta de represalia hubiese cumplido su propósito, las personas podrían salir a un mundo de paz bajo un régimen nazi.

Pero a primeras horas de la mañana del 6 de junio de 1944, antes de que el arma secreta de Hitler fuese usada, las tropas aliadas desembarcaron en Normandía, tomando por asalto las playas francesas. Los ejércitos de Hitler se vieron ahora acosados desde el este, el oeste y el sur. Una semana después, el 13 de junio, Hitler atacó con su prometida arma secreta. En realidad, eran dos armas. Una de ellas era una bomba volante denominada V-1, y la otra, el proyectil teledirigido V-2, precursor de los modernos misiles balísticos de largo alcance. La letra “V” era la inicial de la palabra alemana Vergeltungswaffen, que significa “armas de represalia”. Desde entonces, y hasta el siguiente mes de marzo, siguieron lanzándose estas bombas sobre Gran Bretaña y Bélgica, causando más de veintitrés mil heridos graves, entre ellos varios miles de muertos. Pero pronto se hizo evidente que el arma secreta de Hitler llegaba demasiado tarde y tenía poco que ofrecer.


También era obvio que Hitler quería culpar a otros de su derrota. Algunas de las últimas palabras que escribió fueron las siguientes: “Muchas personas han abusado de mi confianza. La deslealtad y la traición han socavado la resistencia durante toda la guerra”. Demostró que eso era lo que creía al expulsar del partido y destituir de su cargo a sus anteriores camaradas Hermann Göring y Heinrich Himmler, puesto que ahora los consideraba traidores. Pero en realidad, según Sebastian Haffner, un periodista alemán y autor galardonado, fue Hitler mismo el “traidor deliberado”. No deben minimizarse jamás el grado y gravedad de las atrocidades de Hitler en contra de otras naciones o grupos, pero “cuando se considera de manera objetiva —sigue diciendo Haffner— la que resultó más perjudicada a causa de Hitler fue Alemania”.

Hitler se suicidó el 30 de abril de 1945 en su refugio subterráneo de Berlín, al tiempo que se libraba una encarnizada batalla para obtener el control de la ciudad. Según sus instrucciones, fue incinerado en el jardín de la cancillería. Tanto Hitler como su delirio de grandezas se convirtieron en humo.

Algo peor que Dresde

Mientras tanto, los aliados conseguían victorias notables en la guerra contra Japón. Su plan de tomar isla tras isla hasta llegar a la isla principal japonesa era sencillo, pero llevarlo a cabo era difícil, y además, sumamente costoso. Se calculaba que una invasión de las islas principales japonesas significaría como mínimo más de medio millón de muertos por parte de los aliados, y probablemente muchos más por parte de los japoneses. ¡Si hubiera un medio más rápido para poder terminar con la guerra! ¿Podría lograrlo el arma secreta que estaban desarrollando los Estados Unidos?

Antes del estallido de la segunda guerra mundial, Albert Einstein había informado al presidente de los Estados Unidos que los científicos alemanes estaban investigando la posibilidad de utilizar energía atómica en los armamentos. Einstein puso sobre aviso al presidente de que si los alemanes lo conseguían, poseerían un tremendo poder que podría usarse militarmente para conseguir sus fines. Para contrarrestar este peligro, el Departamento de Guerra de los Estados Unidos puso en marcha en 1942 un proyecto que llegó a conocerse después como el Proyecto Manhattan, y que tenía como propósito desarrollar una bomba atómica.

Por primera vez, el 16 de julio de 1945 se consiguió hacer explotar una bomba de tales características en Nuevo México. Era demasiado tarde para usar esta arma secreta en Europa, pero no para usarla en Asia. De modo que el día 6 de agosto se arrojó una bomba atómica sobre Hiroshima, Japón, y tres días después, otra sobre Nagasaki. Si el ataque sobre Dresde había sido objeto de polémica, ¡cuánto más lo fueron esas dos destrucciones! Algunas personas dicen que fueron justificadas, desde el punto de vista de que probablemente a largo plazo salvaron centenares de miles de vidas. No obstante, otros han indicado que una explosión de prueba efectuada sobre una zona no habitada podría haber sido suficiente como para obligar al Japón a rendirse. De todas formas, el Japón, dándose cuenta de que la situación era desesperanzada, capituló. ¡La guerra finalmente había terminado!

Dando respuesta a la pregunta: “¿Por qué?”

A los que los aliados consideraron los principales responsables del estallido de la guerra y su continuación se les juzgó por crímenes de guerra. Los que resultaron culpables fueron castigados. El nazismo ciertamente había perpetrado algunas de las más horribles atrocidades de toda la historia. Pero, ¿qué factores pudieron haber llevado a todo esto? El historiador suizo Walter Hofer, comentando acerca de la subida al poder del nazismo, afirma que “generalmente se distorsionan las respuestas demasiado sencillas a las preguntas históricas; en este caso, sucede especialmente así, —y añade— sin las enormes consecuencias de la guerra total y el ambiente militar que existió entre 1914 y 1918, habrían sido inconcebibles la gobernación e ideología nacional socialista”.

Esto apoya el argumento de que las catastróficas condiciones mundiales que han existido durante la mayor parte de este siglo pueden originarse en los sucesos acaecidos entre 1914 y 1918. Según la cronología bíblica, este fue el tiempo cuando “el que es llamado Diablo y Satanás, que está extraviando a toda la tierra habitada”, fue arrojado de su posición celestial de gobernación sobre las naciones. “Fue arrojado abajo a la tierra”, dice el escritor bíblico, que entonces da la siguiente advertencia: “¡Ay de la tierra [...], porque el diablo ha descendido a ustedes, teniendo gran cólera, sabiendo que tiene un corto espacio de tiempo”. (Revelación 12:9, 12; compárese con 11:18.)

La primera guerra mundial fue una expresión de la cólera del Diablo, tal como lo fue la segunda. Por lo tanto él es la causa básica de ambas guerras y de todas las calamidades que causaron. Es comprensible que a muchas personas se les haga difícil superar sentimientos negativos hacia los alemanes a causa de Auschwitz, o hacia los japoneses a causa de Pearl Harbor. Por otra parte, algunos pueden tener los mismos sentimientos contra los británicos a causa de Dresde, o contra los americanos a causa de Hiroshima. Los odios nacionales así como los personales tardan mucho en desaparecer. Pero no deben afectar el modo de pensar del cristiano, cuyos sentimientos negativos deben dirigirse más bien contra Satanás el Diablo.

Pronto el Reino de Dios destruirá al Diablo y solucionará todos los problemas de la humanidad. Estas son las buenas nuevas que los testigos de Jehová, cuyas filas aumentaron de 71.509 en el año 1939 a 141.606 en 1945, querían predicar de una manera más amplia ahora que la segunda guerra mundial había terminado. “La prosperidad engañosa en medio de una paz ficticia” no les iba a impedir que lo hiciesen. Lea acerca de ello en nuestro próximo número.
[Notas a pie de página]

Si Hitler hubiese resistido durante otros tres meses, Alemania hubiese tenido la controvertible distinción de ser el primer país sobre el cual se hubiese hecho estallar una bomba atómica.

De los 22 nazis prominentes que fueron procesados en los juicios de Nuremberg, 12 fueron sentenciados a muerte, solo tres fueron absueltos, y los demás recibieron sentencias de prisión que variaban entre diez años y cadena perpetua.
Un monumental mar de llamas

  “La entera ciudad de Dresde se estremecía. Las bombas incendiarias esparcían gasolina y fósforo como lluvia. Las llamas procedentes de los edificios lamían las calles, incendiando el asfalto y haciendo que los raíles de los tranvías se pusieran al rojo vivo. Era un inmenso mar de llamas de cuatro kilómetros [2,7 millas] de ancho y siete kilómetros [4,5 millas] de largo. Setenta mil personas murieron quemadas vivas, destrozadas por las bombas, aplastadas por los muros que se desplomaron o asfixiadas por el humo. El impresionante remolino de fuego que se produjo hizo saltar todo por los aires... sí, incluso la gente era lanzada al aire en espirales de fuego. Había un depósito de agua de tres metros en cuadro en la vieja plaza del mercado. Las personas enloquecidas se lanzaron al agua como última esperanza, solo para hallar la muerte ahogadas o asfixiadas; pocos salieron con vida. Solo se recuperaron cadáveres carbonizados. Era imposible enterrar a tantos muertos; así que sencillamente se les apilaba en montones, se les rociaba con gasolina y se les prendía fuego; los montones ardieron durante días. Nuestra casa fue completamente consumida por el fuego. También perdimos a nuestra querida Josie y a su hijito de cinco años.”— H, y S. M., residentes de Dresde
  “Desde el aire la ciudad tenía un aspecto muy hermoso, iluminada [...] en el centro por incendios de diferentes colores. [...] En realidad no me pareció tan horrible, debido a su grotesca belleza.”— Piloto no identificado de un bombardero de la Royal Air Force (Real Fuerza Aérea británica)

Otros temas que fueron noticia

1944: El Papa solicita a las naciones beligerantes que se abstengan de
    bombardear Roma
1945: Se establece la Organización de las Naciones Unidas para mantener la paz y seguridad internacionales
    Se funda CARE (siglas en inglés para Cooperativa de Ayuda Americana a
    otros países) para enviar alimento, ropa y medicinas a Europa a medida queflorece el mercado negro.
    Durante los últimos meses de la segunda guerra mundial, 13 países más,
    siete de ellos sudamericanos, le declaran la guerra a Alemania
    Llega a constituirse ley en Francia el derecho de las mujeres al voto
    Una revolución incruenta derroca al presidente Getúlio Vargas tras 15 años
    de gobernación en Brasil

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El mundo desde 1914
Sexta parte: 1946-1959 — 

Prosperidad engañosa en medio de una paz ficticia

SEBASTIAN Haffner, periodista y escritor galardonado con un premio literario, afirma: “Sea que nos guste o no, el mundo actual es un producto de Hitler”, y añade: “Sin Hitler no se habrían dividido Alemania y Europa; sin Hitler no habría americanos ni rusos en Berlín; sin Hitler no existiría Israel; sin Hitler no habríamos visto descolonización, al menos no a un paso tan rápido; no se habrían emancipado los asiáticos, los árabes y los negros africanos, y tampoco estaría Europa en decadencia”.

Por supuesto, otros líderes mundiales de su época también hicieron cosas que tuvieron consecuencias muy relevantes. Por ejemplo, según la revista canadiense Maclean’s, “la mayoría de los historiadores actuales achacan la actual división de Europa en un bloque oriental y otro occidental a las decisiones que tomaron los Tres Grandes en [la conferencia de] Teherán [a finales de 1943]”. No obstante, dicha revista hace notar que “Yalta [conferencia celebrada en febrero de 1945] llegó a ser más conocida entre muchos historiadores [...] como la reunión en la cual Stalin se burló de sus colegas occidentales y robó un imperio. [...] En pocas semanas las tropas de Stalin habían extendido y consolidado su dominio en la Europa oriental. [...] Estaba concluyendo la guerra abierta, pero acababa de comenzar la guerra fría”.

¿Guerra fría? Sí, este fue el término empleado en 1947 por Bernard Baruch, consejero del presidente de los Estados Unidos, para describir la rivalidad entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Fue una guerra fría que se peleó en frentes políticos, económicos y propagandísticos.
Cuando concluyó la guerra los aliados dividieron Alemania en cuatro zonas de ocupación. Los franceses, los británicos y los americanos asumieron el control de las zonas meridional y occidental del país, y los soviéticos, la zona oriental. De esa forma quedaron constituidos dos bloques nacionales: uno democrático, y el otro comunista. Desde entonces, ha habido un intercambio de miradas frías a través de un invisible telón de acero.
Berlín también fue dividido en cuatro sectores. Puesto que la anterior capital de Alemania quedó enclavada en la zona ocupada por los soviéticos, los suministros destinados a los sectores británico, francés y americano tenían que cruzar la zona soviética. Esto ocasionó problemas, y a mediados de 1948 los soviéticos bloquearon todos los accesos por tierra desde Berlín hacia la zona occidental. Las potencias occidentales reaccionaron estableciendo un puente aéreo para el envío de suministros de alimento y combustible necesarios. Hasta que este servicio se dio por terminado, unos once meses más tarde, el bloqueo de Berlín y el puente aéreo mantuvieron viva la tensión de la guerra fría.

El profesor Alfred Grosser de la Universidad de París, escribe: “Casi de la noche a la mañana, Berlín transformó su imagen: de símbolo de militarismo prusiano y dictadura hitleriana, a símbolo de libertad”. Hoy, Berlín todavía es un símbolo popular, y los políticos tanto de oriente como de occidente lo usan regularmente como pretexto para avivar las llamas de la guerra fría.
Cinco días antes de la conclusión de la segunda guerra mundial, la Unión Soviética le declaró la guerra al Japón e invadió Corea —entonces ocupada por el Japón—, entrando por su extremo septentrional. Cuando el Japón capituló, los aliados concordaron que las fuerzas japonesas que quedaban al norte del paralelo 38 debían rendirse a los soviéticos, y aquellas que quedaban al sur de esta línea, a los americanos. Esta división artificial del país provocó en 1950 una guerra. Antes de que terminase, casi veinte naciones estaban implicadas en el conflicto bélico, mientras que otras cuarenta naciones proporcionaron equipo militar o suministros. El 27 de julio de 1953 finalmente entró en vigor un alto el fuego después que habían muerto centenares de miles de personas. ¿De qué sirvieron aquellas muertes? Hoy, más de treinta años después, no se ha podido hallar ninguna solución definitiva al problema coreano. Aquella línea divisoria ha sido denominada el “telón de bambú”.

El profeta Daniel profetizó que tendría lugar una confrontación semejante entre dos reyes simbólicos. La guerra fría les ha dado a estas dos superpotencias de nuestro día, representadas por los dos reyes, bastante oportunidad de conferenciar entre sí, siguiendo con su vieja táctica de hablar “en una misma mesa una mentira”. Así pues han ido en pos de intereses nacionales, mientras que al mismo tiempo han estado participando de manera activa “en un empuje” el uno en contra del otro a fin de conseguir su propia ventaja. (Daniel 11:27-45.)

‘Nacen satisfactoriamente niños’ ingobernables

Cuando se efectuó la primera prueba positiva de una bomba atómica explosionada en Nuevo México, se le remitió al presidente Truman de los Estados Unidos un mensaje secreto que decía: “Los niños han nacido satisfactoriamente”. Pero estos “niños” han resultado ser instrumentos bélicos exigentes y difíciles de controlar, pues han empujado a las naciones, grandes y pequeñas, a una carrera armamentista mundial sin precedentes, obligando a dichas naciones a gastar unos recursos que podrían haber usado mejor para alimentar y escolarizar a los necesitados. Han originado la peligrosa política de mantener la paz por medio del equilibrio de terror. Le han dado a la Organización de las Naciones Unidas razones justificadas para considerar que cada escaramuza nacional o internacional, por pequeña que sea, es un holocausto nuclear en potencia. Han hecho necesaria la formación de nuevos organismos para mantener la paz, como la O.T.A.N. (Organización del Tratado del Atlántico Norte) creado en 1949, y el Pacto de Varsovia, creado en 1955.

A medida que el número de “niños” atómicos y sus naciones progenitoras ha ido en aumento, también lo ha hecho el peligro de una guerra nuclear total, provocada, bien por accidente, o intencionadamente. Han hecho que el mundo se estremezca “por el temor y la expectación de las cosas que vienen sobre la tierra habitada”. (Lucas 21:26.)

De modo que si, tal como dijo el poeta Ralph Waldo Emerson, el disparo que comenzó la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos en 1775 fue “el disparo que se oyó en todo el mundo”, entonces la explosión de la bomba atómica que puso fin a la segunda guerra mundial en 1945 seguramente fue ‘la explosión que se oyó en todo el mundo’.

The World Book Encyclopedia se refiere a algunos otros “niños” ingobernables que también ‘nacieron satisfactoriamente’ durante la era posbélica. Haciendo referencia a “El Surgimiento de Naciones Nuevas”, explica: “Después de la segunda guerra mundial se fueron desplomando uno a uno los vastos imperios europeos. Gran Bretaña, Francia, Bélgica, los Países Bajos, y las otras grandes potencias coloniales habían quedado debilitadas debido a sus pérdidas durante la guerra. Ya no podían seguir reteniendo sus colonias por la fuerza”. Entre las primeras colonias que obtuvieron la independencia estuvieron Indonesia, Filipinas, Paquistán, India, Ceilán (actualmente Sri Lanka), Israel, Libia, Túnez y Ghana.

La tendencia hacia la independencia política ha continuado hasta este mismo día y ha resultado en el nacimiento de por lo menos cien naciones nuevas desde 1945.

El colonialismo tuvo sus desventajas, pero lo que lo ha reemplazado no es necesariamente mejor. Georgie Anne Geyer, columnista que colabora con varios periódicos, hace notar: “Al irse disolviendo los imperios coloniales, muchas de las naciones nuevas entraron en lo que resultaría ser un largo período de colapso gradual, marcado a menudo por guerras internas”. De modo que cada vez hay más evidencia de que el hombre no puede gobernarse a sí mismo con éxito. (Eclesiastés 8:9; Jeremías 10:23.)

Prosperidad... pero costosa y engañosa

En 1945 la población de Europa y de Asia, desgarrada por la guerra, se hallaba en dificultades. Por razones humanitarias, pero impulsados también por intereses egoístas, los aliados idearon el European Recovery Program (Programa de Recuperación de Europa). Era una agencia que facilitaba ayuda económica para reconstruir la infraestructura industrial europea que había sido bombardeada. Este programa llegó a conocerse popularmente como el Plan Marshall, según el nombre del secretario de estado de los Estados Unidos de quien partió la idea. Aunque costoso, este programa de “hágalo usted mismo” fue eficaz.

La recuperación económica e industrial fue notable. La modernización de la industria, equipada con maquinaria de último modelo, les permitió a las naciones derrotadas recuperarse y, en algunos casos, sobrepasar a sus vecinos victoriosos, los cuales se veían a menudo obligados a seguir operando fábricas y equipo anticuados. Durante la década de los cincuenta estaba en pleno auge el llamado milagro económico alemán, y al finalizar la década, el Japón había emprendido un programa de construcción que le permitiría conquistar una gran parte del comercio mundial.

Mientras tanto, las naciones victoriosas también trataban de hacer volver a la normalidad a su política interior y económica. Durante la guerra, la construcción de viviendas y la producción de artículos de uso doméstico había sido drásticamente reducida, ya que todos los medios se habían puesto al servicio del esfuerzo bélico. Se abrió entonces un amplio mercado para la venta de artículos de los que por mucho tiempo la gente había carecido. Esto quería decir trabajo para todos; y al menos por el momento el desempleo no era un problema. El mundo se encaminaba hacia un período de prosperidad que no se había conocido desde antes de la Gran Depresión.

Pero la prosperidad tenía un precio. Un creciente número de madres de familia comenzó a trabajar fuera del hogar, teniendo a veces que desatender a sus hijos por esa causa. La elevación del nivel de vida dio lugar a que hubiese más tiempo para el entretenimiento, pero esto no siempre fue positivo. 

La televisión comenzó a reemplazar la conversación familiar. El derrumbe de la vida familiar condujo a un aumento del divorcio. Esta tendencia fue parcialmente compensada más tarde por el aumento de parejas que decidían vivir juntas sin estar casadas. Ambas tendencias evidenciaban el desarrollo de una corriente que propugnaba la satisfacción de los intereses personales a costa de otras personas. Los valores espirituales y morales, que ya habían sido gravemente trastocados por la guerra, estaban siendo aún más erosionados.

Paz y prosperidad auténticas

En conjunto, las organizaciones religiosas del mundo no habían visto nada malo en enviar a sus miembros a matar a sus semejantes durante la segunda guerra mundial. Así que ahora tampoco vieron nada malo en dar apoyo moral o físico a la guerra fría así como a las sublevaciones políticas y a las llamadas guerras de liberación. Pero hubo una excepción notable.

Los testigos de Jehová mantuvieron su neutralidad cristiana tanto durante como después de la segunda guerra mundial. Después de haber sobrevivido a los intentos de Hitler por destruirlos, la cantidad de Testigos activos de Alemania aumentó, de unos 9.000 en 1946, a más de 52.000 en cinco años. Entre los años 1945 y 1959 la cantidad de Testigos en todo el mundo aumentó de 141.606, en 68 países, a 871.737 en 175 países. Mientras los miembros de las muchas otras religiones se enfrentaban cada vez más entre sí sobre cuestiones políticas y sociales, y estaban preocupados por la disminución en la cantidad de feligreses, los testigos de Jehová disfrutaban de verdadera paz y prosperidad en sentido espiritual.

Esto se puso de manifiesto en la asamblea internacional Voluntad Divina que celebraron en 1958 en Nueva York, donde tuvieron una asistencia máxima en una sola sesión de más de 250.000 personas. Uno de los oradores dijo: “Es la prosperidad del paraíso espiritual lo que explica la rebosante felicidad de los testigos de Jehová [...]. Este paraíso espiritual refleja la gloria de Dios y da testimonio del establecimiento de su Reino”.

La paz que siguió a la segunda guerra mundial, en realidad una paz ficticia, así como la prosperidad puramente materialista que promovió, señalaron a un hecho indiscutible: la paz y la prosperidad auténticas solamente pueden venir por medio del Reino establecido de Dios. Esto llegaría a ser aún más evidente durante la década de los sesenta. Léalo en nuestro próximo número: “La década de los sesenta... un período de agitación y protesta”.

Otros temas que fueron noticia

1946: Ho Chi Minh declara una guerra de liberación en Vietnam
1947: Se descubren los Rollos del Mar Muerto, que incluyen los manuscritos
    bíblicos más antiguos que existen
1948: Es asesinado Mohandas Gandhi
1949: El Ejército de Liberación Popular completa la conquista de China; el
    gobierno nacionalista no comunista, se retira a la isla de Taiwan
1950: Manifestaciones en contra de la segregación racial en África del Sur
1952: Los Estados Unidos hacen estallar la primera bomba de hidrógeno
1954: El Tribunal Supremo de los Estados Unidos declara inconstitucional
    la segregación racial en las escuelas
1957: La Unión Soviética coloca por primera vez en órbita alrededor de
    la Tierra un satélite, el Sputnik I
1958: La Comunidad Económica Europea (Mercado Común) comienza su andadura
1959: Un cohete soviético transmite a la Tierra fotografías de la cara oculta
    de la Luna
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El mundo desde 1914
Séptima Parte: 1960-1969 — 

La década de los sesenta... 
un período de agitación y protesta

EL AVIÓN se estrelló contra el suelo, llevándose consigo cualquier esperanza de que se calmasen pronto las tensiones de la guerra fría. Se trataba del avión espía norteamericano “U2” que fue abatido el 1 de mayo de 1960 sobre suelo soviético.

El dirigente soviético Nikita Kruschev exigió a los Estados Unidos que se disculpasen y que prometiesen suspender esos vuelos. Descontento con la respuesta del presidente Eisenhower, Kruschev manifestó su protesta rehusando acudir a la cumbre Este-Oeste, que debía inaugurarse en París el 16 de mayo.

No fue un comienzo muy favorable para la década de los sesenta, pero fue representativo de un período que estaría caracterizado por un espíritu de protesta y una incapacidad por parte de las personas para ponerse de acuerdo... prácticamente en ninguna cuestión.

Tres clases de guerra a pesar de la paz

La tensión de la guerra fría todavía era importante, y algunos acontecimientos subsiguientes iban a agravarla. En agosto de 1961 los soviéticos erigieron el muro de Berlín, dividiendo así los sectores occidentales del sector que ellos ocupaban. Un año después intentaron instalar misiles soviéticos en Cuba, lo cual fracasó debido a la “cuarentena” o bloqueo llevado a cabo por la marina de guerra estadounidense. La agitación estudiantil en Checoslovaquia contribuyó a la formación de un nuevo gobierno. Pero los soviéticos intervinieron en 1968 por temor a que las reformas gubernamentales consiguieran que la llamada “primavera de Praga” desembocase en un verano candente.

El mundo, además de experimentar los escalofríos de una guerra fría, también sintió el calor de la clase más “normal” de guerra. Entre 1945 y 1959 habían estallado, como mínimo, 54 conflictos. Ahora, durante la década de los sesenta se iban a añadir a esta cifra otros 52, incluyendo las guerras civiles del Congo y Nigeria, la guerra de los Seis Días del Oriente Medio, y la guerra del Vietnam.

No obstante, la década de los sesenta vio el comienzo de una tercera clase de guerra. Hasta ese entonces el mundo había estado relativamente en calma a nivel social o civil, pero la juventud de la generación de la posguerra iba creciendo. Disgustada con el mundo que veía, y pensando que no se trataban eficazmente sus problemas, emprendió una guerra propia... una guerra de protesta.
Movimientos estudiantiles

Las marchas con el lema “No a la bomba” recorrieron muchos kilómetros. De hecho, casi cualquier cosa que se consideraba digna de una protesta, justificaba una marcha, una huelga estudiantil, una sentada, o un acto de desobediencia civil. Al parecer, una mayoría de jóvenes apoyaba esta nueva clase de guerra, al menos en principio. Una encuesta que se hizo entre jóvenes alemanes en 1968 mostró que el 67% estaba a favor de esa clase de guerra. Por ello, la revista alemana Der Spiegel hizo el siguiente comentario: “Cuando se trata de una marcha, la mayor parte de los jóvenes están dispuestos a prestar no solamente su corazón, sino también sus pies y, si es necesario, sus puños”.

Esto quedó demostrado en más de veinte ciudades alemanas durante el fin de semana de la pascua de 1968, cuando miles de jóvenes se lanzaron a las calles en señal de protesta. Murieron dos personas, y centenares resultaron heridas. Lo que sucedió entonces fue una consecuencia de las protestas del año anterior que iban dirigidas contra el Sha de Irán y su régimen. En esa ocasión, el 2 de junio, los enfrentamientos en Berlín entre los manifestantes y la policía resultaron en un muerto y muchos heridos.

No sin buena razón, el autor William Burroughs dijo en el año 1968: “La rebelión juvenil es un fenómeno mundial que no se ha conocido antes en la historia”. En ese año, las agitaciones estudiantiles desembocaron en una huelga general en Francia que casi logra derrocar el gobierno de De Gaulle. A comienzos de aquella década la protesta estudiantil había conseguido derrocar a un gobierno, el de Corea del Sur, aunque a costa de más de doscientas vidas. Y con respecto a la protesta estudiantil en Japón, el libro 1968 Weltpanorama dice: “Japón difiere muy poco de América y Europa. A lo sumo, los estudiantes japoneses solo son algo más imaginativos que sus condiscípulos de Berkeley, París o Frankfurt”.

“Haz el amor, no la guerra”

Mucha de esta protesta iba dirigida en contra de la guerra, de la guerra en general, y en particular, en contra de la guerra del Vietnam. En 1946 había estallado una guerra por la independencia contra el poder colonial francés en Indochina, del cual formaba parte Vietnam. Ocho años después, un acuerdo de alto el fuego dejó al país dividido temporalmente en dos zonas, hasta que pudiesen convocarse elecciones para su reunificación. Una de las zonas quedó bajo control comunista. Tal como sucedió en Alemania y en Corea, las superpotencias se hallaron implicadas en una guerra fría motivada por una frontera establecida por conveniencia política.

Las tensiones de la guerra fría finalmente desembocaron en una guerra abierta en Vietnam. Al principio, los Estados Unidos le proporcionaron al sur ayuda militar solamente. Pero durante la década de los sesenta comenzaron a enviar soldados, cuyo número se elevó a más de medio millón antes de concluir la década. La guerra llegó a ser como una úlcera supurante que no se curaba. Charles R. Morris, en un libro titulado A Time of Passion—America 1960-1980, dice: “En mayo [1965], un seminario al cual asistieron 12.000 estudiantes [de los Estados Unidos], se convirtió en una reunión contra la guerra, y estableció el modelo para las manifestaciones masivas contra la guerra, llevadas a cabo en los recintos universitarios, que distinguieron al resto de la década”. Miles de jóvenes quemaron sus cartillas militares a fin de dejar clara su postura. Charles R. Morris cuenta como algunos incluso fueron más lejos, y menciona el caso de dos hombres que “se quemaron vivos en público para protestar contra la guerra”.

“Tengo un sueño”

Quizá los estudiantes llevasen la iniciativa en la guerra de protesta, pero no eran los únicos. Por ejemplo, el movimiento en pro de los derechos civiles de Estados Unidos tenía el apoyo de negros y blancos de todas las edades, dirigidos por el predicador bautista del sur, Martin Luther King, Jr. En 1963 más de doscientas mil personas efectuaron una marcha sobre Washington, donde King los inspiró con su discurso: “Tengo un sueño”.

Se obtuvieron algunos resultados positivos cuando el Congreso de los Estados Unidos respondió con lo que se ha llamado “la mayor profusión de legislación en materia de derechos humanos de este siglo”. La labor de King también recibió reconocimiento y en 1964 se le concedió el premio Nobel de la paz.

Cada uno hace lo que le parece

Los jóvenes también mostraban su repulsa por el sistema rechazando los estilos convencionales de vestir y arreglarse. The New Encyclopædia Britannica explica: “La revolución en el vestir que comenzó en la londinense Carnaby Street, en 1957, condujo a las modas permisivas, orientadas a la juventud, y anticonvencionales de la década de los sesenta”. Fue la época de la minifalda y de los minishorts para muchas mujeres; de la barba y cabello largo para los hombres; de la moda unisex y, en general, de la apariencia desaliñada que más tarde llegó a denominarse estilo hippie.

Parte de la música de la época promovió también el espíritu de protesta por medio de estimular el uso de las drogas, y por tolerar la permisividad sexual y la homosexualidad. Las estrellas del rock y los cantantes pop se convirtieron en ídolos, dictando tanto las modas como el comportamiento. Llegó a popularizarse la vida en comunas. Este y otros estilos de vida que anteriormente se consideraban inaceptables, ahora se contemplaban como alternativas aceptables. De todo esto iba a recogerse un fruto amargo en las décadas de los setenta y los ochenta.

El aggiornamento y la “gente de Jesús”

Un diccionario define aggiornamento como “la política de actualizar o modernizar las doctrinas e instituciones católicas romanas, adoptada como una de las metas del Concilio Vaticano II, 1962-1965”. El Papa Juan XXIII emprendió esta política en parte para responder a las acusaciones de que la Iglesia estaba pasada de moda, y en parte para neutralizar la tendencia creciente de protestar abiertamente contra las enseñanzas y prácticas de la Iglesia. Entre ellos hasta estaban incluidos algunos conocidos clérigos católicos. Por ejemplo, el teólogo alemán Hans Küng fue llamado a Roma para aclarar sus puntos de vista no ortodoxos, pero rehusó presentarse.

El espíritu de protesta religiosa no estaba limitado a los intentos de modernizar las religiones convencionales. Muchos jóvenes europeos y americanos despreciaron esas religiones y se interesaron en sectas nuevas o filosofías asiáticas. Hubo grupos tales como la Misión de la Luz Divina, el Hare Krishna y los Niños de Dios que tuvieron su comienzo durante la década de los sesenta y fueron ganando popularidad.

De la protesta a la violencia y al terrorismo

El espíritu de protesta evidenció un derrumbe mundial en el respeto a la autoridad, tanto de los padres como de los educadores, de los gobiernos y de las religiones. Dicho espíritu ha conducido frecuentemente a la violencia, la cual no ha desaparecido desde 1914, ni en el campo de batalla ni fuera de él.

Repasemos algunos de los acontecimientos que caracterizaron la violenta década de los sesenta: 

Patrice Lumumba, el símbolo congoleño del nacionalismo africano, y Hendrik F. Verwoerd, primer ministro de África del Sur, ambos fueron brutalmente asesinados; el presidente Ngo Dinh Diem, de la República de Vietnam, fue asesinado durante un golpe de estado; en Estados Unidos balas asesinas segaron la vida de tres dirigentes en menos de cinco años: el presidente John F. Kennedy, el dirigente en favor de los derechos civiles Martin Luther King, Jr. y el senador Robert F. Kennedy.

Este desafío a la autoridad, que no vaciló en emplear la violencia para conseguir los fines de su protesta, fue una de las bases del terrorismo. De hecho, el autor y analista político Claire Sterling afirma que el terrorismo moderno comenzó en 1968, “evidentemente, el año en que una generación que nació después de la última guerra mundial le declaró su propia guerra a la sociedad”.
Se recurre a los cielos por ayuda

¿Podría la conquista de los cielos ayudar a resolver los problemas de la Tierra? Parece ser que eso es lo que pensaban algunas personas. La exploración del espacio continuó sin cesar, y se convirtió en parte de la guerra fría, cambiando constantemente la supremacía en dicha carrera de Oriente a Occidente. Desde el año 1961, año en que la Unión Soviética colocó al primer hombre en órbita alrededor de la Tierra, hasta el año 1969, en que los Estados Unidos pusieron el primer hombre en la Luna, la sucesión de hazañas espaciales impresionó al mundo.

A medida que concluía la década, el Collier’s 1970 Year Book hizo el siguiente comentario: “Parece muy apropiado que 1969, el año en que el hombre ha caminado por primera vez sobre la Luna, sea también el año en que la astrología experimente el mayor auge [...] que jamás haya conocido este planeta. La Era de Acuario [...] [cuando] reinará la hermandad sobre la Tierra, puede estar o no sobre nosotros”.

Parece ser que más y más personas estaban recurriendo a los cielos por ayuda. Y en la medida en que los satélites que se colocaron en órbita alrededor de la Tierra hicieron posible la comunicación casi instantánea entre los continentes, en esta medida los cielos físicos acortaron las distancias entre las naciones. Pero no acortaron las distancias en lo que respecta a solucionar los problemas mundiales. Las naciones estaban tan distanciadas como siempre, aún ‘no estaban dispuestas a ningún acuerdo’. (Véase 2 Timoteo 3:1-3.)

¿Por qué? Porque por su misma naturaleza, el espíritu de protesta —el espíritu de la década de los sesenta— no puede unir. Al contrario, divide. Para solucionar los problemas mundiales, los hombres deben estar unidos. Para conseguir esta unidad, deben buscar ayuda, pero no procedente de los cielos físicos o astrológicos, sino de los cielos del gobierno de Dios.

Los testigos de Jehová —que para 1969 habían aumentado en un 48% sobre su máximo de 1960— estaban haciendo precisamente eso. ¡Cuán agradecidos estaban de que una oportuna explicación de Romanos capítulo 13, que trataba sobre la sujeción cristiana, les hubiese permitido evitar el espíritu de agitación y protesta que caracterizó la década de los sesenta! (Véase La Atalaya del 1 de mayo, 15 de mayo y 1 de junio de 1963.)

A medida que concluía la década de los sesenta los testigos de Jehová se mantenían ocupados hablando, no acerca de una Era de Acuario, sino acerca de la era bajo el Reino de Dios cuando “la hermandad reinará sobre la tierra”. ¿Vivirían ellos para experimentarlo personalmente? ¿Viviría usted? No deje de leer el artículo de conclusión de la serie “El mundo desde 1914” en nuestro próximo número: “¡Que su esperanza se haga más firme a medida que el mundo se desintegra!”.

[Notas a pie de página]

Según informes de las Naciones Unidas, entre 1945 y 1985 se han producido 160 guerras.

En el capítulo 11 de Daniel, la Biblia designa simbólicamente al bloque comunista de naciones como “el rey del norte”, y al bloque contrario como el “rey del sur”. Véase el libro “Hágase tu voluntad en la Tierra”, publicado en 1958 por la Sociedad Watchtower Bible and Tract de Nueva York, Inc., páginas 264-307.

La Era de Acuario se define como “una época del mundo que, según la describen los astrólogos, marca el advenimiento de la libertad en todos los aspectos de la vida, el reinado de la hermandad sobre la Tierra y la conquista del espacio exterior”.

Otros temas que fueron noticia

1960: Graves terremotos sacuden Marruecos y Chile
    Adolf Eichmann es capturado en Argentina y devuelto a Israel, donde posteriormente
    es hallado culpable de crímenes de guerra durante la segunda guerra mundial y es
    ejecutado
1961: El secretario general de las Naciones Unidas, Dag Hammarskjöld, muere en un
    accidente aéreo en África
1962: Puesta en órbita del primer satélite Telstar para comunicaciones
1963: Un ciclón e inundaciones se cobran 30.000 vidas en el Pakistán Oriental
1964: Se celebra la XVIII olimpiada en Tokio (Japón). Los principales ganadores fueron
    la Unión Soviética (96 medallas) y los Estados Unidos (90 medallas)
1965: El Papa Pablo VI clausura el Concilio Vaticano II e insta a la paz en un discurso
    dirigido a la Asamblea General de las Naciones Unidas
1966: Comienza en China la revolución cultural
1967: El doctor Christiaan Barnard de África del Sur realiza el primer trasplante de
    corazón con éxito
1968: Comienza un juicio contra la talidomida después de que ese medicamento hizo que
    muchos niños naciesen deformes
1969: Estalla la llamada guerra del fútbol entre El Salvador y Honduras después de
    un partido de fútbol; mueren más de mil personas
    Disturbios sangrientos en Belfast, Irlanda, entre católicos y protestantes

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El mundo desde 1914
Octava parte: 1970-1986 — 

¡Que su esperanza se haga más firme, 
a medida que el mundo se desintegra!

¿ESTÁ usted inquieto, preocupado o quizá incluso atemorizado a causa de las condiciones mundiales? Si es así, le consolarán las palabras de Henry Wadsworth Longfellow, uno de los poetas más populares de los Estados Unidos del siglo diecinueve. Él escribió: “Cuanto más cerca está el alba, más oscura es la noche”.

Los editores de la revista ¡Despertad! creen que esas palabras bien pueden aplicarse a nuestro mundo desde 1914. Basándose en el estudio que han hecho de la Biblia, creen que la creciente oscuridad de la noche de este mundo es sencillamente una indicación de que se aproxima el alba de un nuevo día prometedor. Lo que ha sucedido desde 1970 fortalece su convicción. Considere la evidencia.

Se quita la paz de la Tierra

En 1970 estalló en las Filipinas una guerra de guerrillas; en 1976 comenzaron las hostilidades entre África del Sur y Angola. Poco tiempo después, Vietnam y Kampuchea (Camboya) dieron comienzo a la tercera guerra que se producía en Indochina en menos de treinta y cinco años. En 1980 las naciones islámicas de Irán e Irak emprendieron una guerra fratricida. Un año más tarde, hacía estragos en Nicaragua una guerra de guerrillas. Gran Bretaña y Argentina tuvieron un enfrentamiento armado en 1982 a causa de las islas Malvinas. En suma, desde 1970 han estallado más de cincuenta guerras.

Durante la década de los setenta se intensificó otra clase de guerra: el terrorismo. Hagamos un repaso de algunos de los personajes que fueron víctimas de ataques terroristas o balas asesinas: en 1973, el presidente del gobierno español, Luis Carrero Blanco; en 1975, el rey Faisal, de la Arabia Saudí, y el presidente Mujibur Rahman, de Bangladesh; en 1978, Aldo Moro, el estadista italiano; en 1979, el presidente de Corea del Sur, Park Chung Hee, y el primo de la reina de Inglaterra, Lord Mountbatten; en 1981, el presidente de Egipto, Anuar el-Sadat; y en 1984, la primera ministra de la India, Indira Gandhi. Durante esos mismos años, se produjeron atentados infructuosos contra la vida de Gerald Ford y Ronald Reagan, presidentes de los Estados Unidos, Margaret Thatcher, la primera ministra británica, y el papa Juan Pablo II.
O piense en los colectivos que fueron víctimas del terrorismo. Durante los Juegos Olímpicos de Múnich en 1972, una dramática retención de rehenes causó la muerte de 17 personas, entre ellas 11 atletas israelíes. En 1975, 11 ministros de la O.P.E.P. que se hallaban reunidos en Viena (Austria) fueron más afortunados, pues aunque se les retuvo como rehenes, pudieron escapar con vida. En 1979 comenzó una pesadilla para América cuando se retuvo a 52 ciudadanos de los Estados Unidos en Irán durante más de un año. El estallido de una bomba en un mausoleo de Birmania mató en 1983 a 19 personas, entre ellos 16 funcionarios procedentes de Corea del Sur. En 1985 un reactor de las líneas aéreas Air India cayó al Atlántico a la altura de las costas de Irlanda, pereciendo 329 personas.

Esta relación de sucesos no es completa. Por ejemplo, en Irlanda del Norte y el Líbano el terrorismo es casi rutinario. Una enciclopedia conocida dijo que “el secuestro aéreo como acto de terrorismo político se convirtió en un problema internacional en la década de los setenta y continuó siéndolo a comienzos de la década de los ochenta”. Así, aunque quizá usted no haya sido afectado personalmente todavía por el terrorismo, las posibilidades de que lo sea, bien por su nacionalidad o por hallarse en el lugar indebido en el momento inoportuno, van en aumento.

A la vista de todos estos hechos, ¿quién puede negar que ‘ha sido quitada la paz de la Tierra’, como se profetizó en Revelación 6:4 que sucedería? No obstante, esto de ninguna manera anula la anterior promesa bíblica hecha tiempo atrás: “Está haciendo cesar las guerras hasta la extremidad de la tierra”. (Salmo 46:9.) ¿Se ha logrado algo en esta dirección desde 1970?
Se intenta lograr la paz mientras se empuña la espada

En 1970 el presidente Nixon de los Estados Unidos anunció las intenciones de su gobierno de reemplazar una “era de confrontación” por una “era de negociación”. La coexistencia pacífica iba a dar paso a una distensión en las relaciones. Las superpotencias acordaron celebrar las denominadas Conversaciones para la Limitación de Armas Estratégicas (S.A.L.T.) las cuales lograron en 1972 y 1979 un éxito parcial. Disminuyó el ambiente de gran tensión que reinaba en Berlín a medida que mejoraban las relaciones entre las dos Alemanias. En 1973 se inauguró en Helsinki la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa con la participación de 35 naciones. Todo esto hizo aumentar las esperanzas.

Sin embargo, no solo se estaba logrando algo en Europa. Después de dos décadas de aislamiento, los Estados Unidos y la República Popular de China comenzaron a normalizar sus relaciones. Sus negociaciones fueron conocidas como la “diplomacia del ping-pong”. Mientras tanto, en el explosivo Oriente Medio parecía tener éxito la “diplomacia de ida y vuelta”, como llegó a denominarse en inglés. Finalmente, en marzo de 1979, después de los acuerdos de Camp David, se firmó un tratado de paz egipcio-israelí.

Esos acontecimientos, así como otros, muestran claramente que desde 1970 el mundo ha estado intentando lograr la paz. El anuncio que la ONU hizo en 1982 de que 1986 iba a ser el Año Internacional de la Paz sirvió para confirmar esta idea. Por supuesto, Aquel a quien se refiere la Biblia como el que “está haciendo cesar las guerras” no es ningún ser humano, sino Dios. La profecía bíblica predice que antes de que Dios termine con las guerras, los hombres estarán diciendo: “¡Paz y seguridad!”. (1 Tesalonicenses 5:3.)
Pero mientras el mundo está intentando lograr la paz con una mano, con la otra está empuñando, por decirlo así, una gran espada. (Compárese con Revelación 6:4.) Se ha armado de manera paranoica a un ritmo sin precedentes. Mary Kaldor, de la Unidad de Investigación de Ciencia Política de la Universidad de Sussex, dice que “de 1971 a 1980, el comercio internacional de armas ha experimentado un aumento real del 100%”, y no solo a causa de las superpotencias. “El incremento en la cantidad de armas vendidas a los países menos desarrollados fue incluso mayor”, añadió.

En los últimos quince años la defensa ha cobrado tanta importancia que recientemente, en un solo año, 77 naciones destinaron más del 10% de su presupuesto total a gastos militares y de defensa. De hecho, 20 naciones, casi la mitad de ellas ubicadas en el explosivo Oriente Medio, gastaron más de una cuarta parte de su presupuesto en defensa. ¡Esto en un mundo que desde 1945 ha alegado estar en paz!

No sorprende que recientemente un mando militar dijese que vivimos en una “era de paz violenta”. Esa es la razón por la cual las Naciones Unidas, que pasaron de 127 miembros en 1970 a 159 a finales de 1985, se han visto tan apremiadas a mantener la paz y seguridad internacional. Las grandes esperanzas que se habían depositado en esa organización cuando fue fundada han quedado defraudadas. El periodista Richard Ivor dice que una de las razones de su fracaso es que “todavía no ha conseguido cambiar ni el corazón ni la mente de los gobernantes de los países ni tampoco de sus ciudadanos”. Hugh Caradon, ex embajador británico en las Naciones Unidas, identificó el problema de manera más sucinta: “No hay nada fundamentalmente defectuoso en las Naciones Unidas... excepto sus miembros”.
El hecho inevitable es que hoy en día, más que nunca antes, los acontecimientos económicos, religiosos o políticos de un país pueden desencadenar inmediatamente reacciones por todo el mundo.

Problemas económicos

Por ejemplo, ¿recuerda usted cuando a principios de la década de los setenta la O.P.E.P. comenzó a aumentar el precio del petróleo de aproximadamente 4 dólares el barril hasta su precio más alto, 35 dólares, en 1981? ¿Cuál fue el resultado? The New Encyclopædia Britannica dice que esta “arma petrolífera incrementó la inflación en las naciones industriales avanzadas y creó graves dificultades en la balanza de pagos de algunas naciones de Europa, lo que causó estragos en las economías de muchas naciones menos desarrolladas”.
El economista R. N. Gardner advierte que “el sistema actual de instituciones económicas internacionales no es suficientemente bueno y que ninguno de los miembros de las Naciones Unidas puede esperar tener una transición segura al siglo veintiuno sin que haya una reestructuración fundamental de dicho sistema”. En la actualidad, países como México, Brasil y Nigeria están peligrosamente cerca de la bancarrota. La inestabilidad del sistema económico mundial traerá graves consecuencias en el futuro cercano.

La religión y la política

Durante la década de los setenta comenzaron a surgir en la escena política algunos rostros nuevos procedentes del mundo de la religión. En Estados Unidos hizo su aparición Jerry Falwell con su Mayoría Moral; en Irán, un ayatollah que proclamaba una teocracia; en Europa, clérigos católicos y protestantes se unieron para organizar marchas antinucleares y en favor de la paz; en África del Sur, el obispo anglicano Desmond Tutu, ganador del premio Nobel y luchador contra la segregación racial. Pero nadie ha llamado tanto la atención como el papa polaco Juan Pablo II, acerca del cual un representante del Vaticano dijo en una ocasión: “Incluso cuando dice la misa parece tener implicaciones políticas”.

Al comienzo de la década de los setenta un periodista predijo que “la unión entre la política y la religión puede alcanzar una importancia nueva en los [Estados Unidos] cambiando el clima social”. Esto ha resultado ser cierto, pero la tendencia no se ha limitado solamente a un país. Según 1985 Britannica Book of the Year, “las palabras ‘religión’ y ‘política’ estuvieron entrelazadas en los informes periodísticos a lo largo de 1984 en todas partes del mundo”. Sin embargo, este libro también dice que la fricción entre las dos va en aumento: “Las escaramuzas entre las autoridades gubernamentales y religiosas fueron un fenómeno mundial”. Esta relación inmoral en sentido espiritual entre la religión y la política finalizará pronto de manera trágica. (Revelación, capítulo 18.)

Esperanza a pesar de los problemas en aumento

Georgie Anne Geyer, una columnista que colabora con varios periódicos, escribe: “Lo que ha sucedido [...] en la década de los setenta y de los ochenta es que el mundo ha estado desmoronándose silenciosa e irreversiblemente, desintegrándose de manera lenta”. Además de las causas de esta desintegración que ya se han mencionado, ¿puede usted pensar en algunas más? ¿La contaminación? ¿El abuso de las drogas? ¿Mala conducta por parte de funcionarios públicos? ¿El problema de los refugiados? ¿El hambre? ¿Las enfermedades recientemente descubiertas, como la enfermedad de los legionarios, el síndrome de choque tóxico y la más aterradora de todas, el SIDA?

Los testigos de Jehová ven en todos estos acontecimientos evidencia de que la oscuridad de la noche de este mundo se está haciendo más profunda, tal como predijo la Biblia. Sin embargo, los más de tres millones de Testigos que hay en todo el mundo —más del doble de los que había en 1970— están llenos de optimismo. Esto es debido a que alguien mucho mayor que Longfellow nos consuela con una esperanza que está en línea con lo que este poeta escribe: “Cuanto más cerca está el alba, más oscura es la noche”. Es el propio Hijo de Dios, quien, después de referirse al empeoramiento de las condiciones en los predichos últimos días, dijo: “Al comenzar a suceder estas cosas, levántense erguidos y alcen la cabeza, porque su liberación se acerca”. (Lucas 21:28.)

Ninguno de nosotros puede cambiar el pasado o deshacer la aflicción y el sufrimiento que ha experimentado la humanidad en EL MUNDO DESDE 1914. Pero podemos actuar con sabiduría divina y prepararnos para un futuro feliz. El primer paso que hay que dar es reconocer que las condiciones mundiales en deterioro son una evidencia irrefutable de que la oscura noche de gobernación satánica está llegando a su fin y que el pleno día del Reino establecido de Dios amanecerá pronto.

El sabio rey Salomón dio la siguiente advertencia: “Para el malvado no hay un mañana”. En cambio, “hay un mañana”, dijo, para aquellos que hallan sabiduría. (Proverbios 24:14, 20, Biblia de Jerusalén.) Son de interés también las palabras del ex presidente de los Estados Unidos Lyndon B. Johnson: “No podemos recuperar el ayer, pero el mañana está en nuestras manos para ganar o para perder”. “El mañana” —un futuro sin fin en una tierra paradisíaca bajo el Reino de Dios— está en sus manos. ¿Lo ganará usted o lo perderá?

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