UNA CADENA DE MITOS


Una cadena de mitos

EN UNA carta que escribió en la segunda mitad del siglo I, el apóstol Pablo advirtió a los cristianos de un serio peligro. “Cuidado —dijo—: quizás haya alguien que se los lleve como presa suya mediante la filosofía y el vano engaño según la tradición de los hombres.” (Colosenses 2:8.)

Pese a esta advertencia, a mitad del siglo siguiente algunos cristianos comenzaron a utilizar antiguos conceptos filosóficos paganos para explicar sus creencias. ¿Por qué lo hicieron? Para atraer a la clase culta del Imperio romano, y así convertir a más personas al cristianismo.

Uno de aquellos cristianos, Justino Mártir, creía que el Verbo (el Hijo unigénito de Dios) se había manifestado a los filósofos griegos mucho antes de venir a la Tierra como hombre. De acuerdo con este y otros teólogos, la filosofía y la mitología ayudarían a convertir el cristianismo en una religión universal.

Los cambios que introdujo Justino Mártir lograron, en efecto, muchos conversos. Con todo, para sostener esas ideas nuevas hubo que inventar otras, y así se formó una cadena de mitos que han resultado en lo que hoy muchos consideran la doctrina cristiana. ¿Le gustaría descubrir algunos de esos mitos? Le invitamos a examinar los siguientes comentarios tomados de diversas obras de consulta y luego ver lo que la Biblia realmente enseña.


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Mito 1: El alma es inmortal


¿Cómo se creó el mito?

“Los primeros filósofos cristianos adoptaron el concepto griego de que el alma es inmortal. Pensaban que Dios creaba e infundía el alma en el cuerpo al momento de la concepción.” (The New Encyclopædia Britannica, 1988.)

¿Qué dice la Biblia?

“El alma que pecare, esa morirá.” (Ezequiel 18:4, Reina-Valera, 1960.)

Las Escrituras describen así la creación de la primera alma humana: “Jehová Dios procedió a formar al hombre del polvo del suelo y a soplar en sus narices el aliento de vida, y el hombre vino a ser alma [en hebreo, néfesch] viviente” (Génesis 2:7).

La palabra hebrea néfesch, que se traduce por “alma”, significa literalmente “criatura que respira”. Cuando Dios creó a Adán, lo que infundió en su cuerpo no fue un alma inmortal, sino la fuerza de vida, que se conserva por medio de la respiración. Por lo tanto, cuando la Biblia habla del alma, se refiere al entero ser vivo. Y ¿qué ocurre si el alma pierde la fuerza de vida? Dicho sencillamente, muere (Génesis 3:19; Ezequiel 18:20).

Claro, cuando se adoptó la doctrina de la inmortalidad del alma, surgieron otras cuestiones: ¿Dónde va el alma tras la muerte? ¿Qué le sucede al alma de las personas malas? Todo esto dio lugar a la creación de otro mito: los malos son atormentados en el infierno.

Examine estos versículos: Eclesiastés 3:19; Mateo 10:28; Hechos 3:23.

LA VERDAD:

Cuando una persona muere, deja de existir.

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Mito 2: Las personas malas sufren tormento en el infierno

¿Cómo se creó el mito?

“De todos los filósofos griegos de la época clásica, Platón es quien más ha influido en el pensamiento tradicional sobre el infierno.” (Historia de los infiernos, de Georges Minois, página 64.)
“Desde mediados del siglo II d.C., algunos cristianos educados en la filosofía griega empezaron a sentir la necesidad de expresar sus creencias en los términos de esta [...]. La filosofía que más les convino fue el platonismo.” (The New Encyclopædia Britannica, 1988.)
“La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, ‘el fuego eterno’ [...]. La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios.” (Catecismo de la Iglesia Católica, tercera edición revisada, página 242.)

¿Qué dice la Biblia?

“Los vivos saben que han de morir, pero los muertos no saben nada, [...] pues no hay actividad ni planes, ni ciencia ni sabiduría, en el Seol adonde te encaminas.” (Eclesiastés 9:5, 10, Biblia de Jerusalén Latinoamericana.)
Seol es una palabra de origen hebreo que se refiere a “la morada de los muertos” y que algunas Biblias traducen por “infierno”. ¿Qué nos enseña este pasaje sobre el estado en que se encuentran los muertos? ¿Están siendo atormentados en el Seol para pagar por sus pecados? No, pues el versículo dice que “no saben nada”. En efecto, los muertos ni sienten ni padecen. Eso explica por qué el patriarca Job, cuando estaba sufriendo una enfermedad muy grave, le pidió a Dios que lo protegiera “en el infierno” (Job 14:13, Biblia Americana San Jerónimo). ¿Habría hecho esa petición si el infierno fuera un lugar donde se torturara eternamente a las almas? Claro que no. En la Biblia, el infierno (o Seol) es la sepultura colectiva adonde va la gente al morir, un lugar simbólico donde no existe ninguna actividad.

Esta definición del infierno no solo concuerda con las Escrituras, sino que también es más lógica. Al fin y al cabo, ¿qué horrible crimen podría cometer alguien para merecer que el Dios de amor lo torturara por los siglos de los siglos? (1 Juan 4:8.) Ahora bien, si el tormento del infierno es un mito, ¿qué hay del cielo?

LA VERDAD:

Dios no castiga a las personas en el infierno.

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Mito 3: Todos los buenos van al cielo

¿Cómo se creó el mito?

A partir del siglo II, cuando los apóstoles de Jesús ya habían muerto, cobró importancia un grupo de teólogos conocidos hoy como los Padres de la Iglesia. Según una enciclopedia, “enseñaban que el alma incorpórea recibe la gloria celestial inmediatamente después de cualquier purificación que sea necesaria tras la muerte” (New Catholic Encyclopedia, 2003).

¿Qué dice la Biblia?

“Felices son los de genio apacible, puesto que ellos heredarán la tierra.” (Mateo 5:5.)

Aunque Jesús prometió a sus discípulos que les prepararía un lugar en el cielo, no dio a entender que todas las personas buenas irían allí (Juan 3:13; 14:2, 3). Recordemos que él oró para que se hiciera la voluntad de Dios no solo “en el cielo”, sino también “sobre la tierra” (Mateo 6:9, 10). En realidad, existen dos posibles destinos para los justos. Unos pocos irán al cielo para reinar con Cristo, pero la mayoría vivirá eternamente en la Tierra (Revelación [Apocalipsis] 5:10).

Con el tiempo, la Iglesia primitiva cambió el concepto que tenía sobre su función en la Tierra. Una enciclopedia explica que “la Iglesia como institución poco a poco fue ocupando el lugar del esperado Reino de Dios” (The New Encyclopædia Britannica). A fin de consolidar su poder, comenzó a mezclarse en la política, a pesar de que Jesús había indicado claramente que sus seguidores no serían “parte del mundo” (Juan 15:19; 17:14-16; 18:36). Bajo la influencia del emperador romano Constantino, la Iglesia llegó a cambiar algunas de sus creencias fundamentales. Como veremos, una de ellas tenía que ver con la mismísima naturaleza de Dios.

LA VERDAD:

La mayoría de las personas buenas vivirán para siempre en la Tierra, no en el cielo.


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Mito 4: Dios es una Trinidad

¿Cómo se creó el mito?

“Podría parecer que el dogma trinitario es, a fin de cuentas, un invento de finales del siglo IV. Y en cierto sentido, así es [...]. La fórmula ‘tres Personas distintas y un solo Dios’ no se arraigó firmemente sino hasta finales del siglo IV. Y, desde luego, no llegó a ser parte integral de la vida cristiana y de su profesión de fe antes de esa fecha.” (New Catholic Encyclopedia, 1967.)

“En el Concilio de Nicea que se celebró el 20 de mayo del año 325, Constantino mismo presidió y dirigió activamente las deliberaciones. Fue él quien propuso [...] la idea de que el Hijo es ‘consustancial al Padre’, fórmula fundamental con la que se describió la relación entre Cristo y Dios en el credo que allí se emitió. [...] Intimidados por el emperador, los obispos —con solo dos excepciones— firmaron el credo, muchos de ellos en contra de su opinión.” (Encyclopædia Britannica, 1970.)

¿Qué dice la Biblia?

“[Esteban], lleno del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios; y dijo: ‘Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la diestra de Dios’.” (Hechos 7:55, 56, Biblia de Jerusalén Latinoamericana.)

Como vemos, Esteban se llenó del espíritu santo de Dios —su fuerza activa— y vio a Jesús “de pie a la diestra de Dios”. ¿Qué nos enseña eso? Que Jesús no se convirtió en Dios después de resucitar y subir al cielo; en efecto, él es un ser espiritual diferente a su Padre. Además, el relato no indica que hubiera una tercera persona al lado de Dios. A lo largo del tiempo se han hecho muchos intentos por encontrar versículos con los que defender la Trinidad; con todo, un sacerdote dominico tuvo que reconocer: “En ningún lugar del Nuevo Testamento se encuentra la afirmación de que existen tres personas en un solo Dios” (À l’aube du christianisme: la naissance des dogmes [Los albores del cristianismo: el nacimiento de los dogmas], de Marie-Émile Boismard).

La intención de Constantino al promover este dogma era acabar con los desacuerdos que había en la Iglesia durante el siglo IV. Sin embargo, la creación de este mito generó otra cuestión: María, la mujer que dio a luz a Jesús, ¿es “la Madre de Dios”?

LA VERDAD:

La Trinidad es una doctrina inventada a finales del siglo IV.

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Mito 5: María es la madre de Dios

¿Cómo se creó el mito?

“La veneración de la madre de Dios cobró auge cuando [...] los paganos se convirtieron en masa. [...] El milenario culto a la ‘gran diosa madre’ y a la ‘virgen divina’ había moldeado [la] devoción y religiosidad [de aquellos paganos conversos].” (The New Encyclopædia Britannica, 1988.)

¿Qué dice la Biblia?

“Vas a concebir [...] un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande, se le llamará Hijo del Altísimo [...]; por eso el que ha de nacer será santo y se le llamará Hijo de Dios.” (Cursivas nuestras; Lucas 1:31-35, Biblia de Jerusalén Latinoamericana.)

Como puede verse en este pasaje bíblico, María no fue la madre de Dios, sino del “Hijo de Dios”. La Biblia dice que ni siquiera los cielos pueden contener a Dios; entonces, ¿cómo iba a contenerlo la matriz de María? (1 Reyes 8:27.) Además, ella jamás afirmó ser la madre de Dios. Así pues, ¿a qué se debe esta confusión respecto a la identidad de María? Al mito de la Trinidad. Las bases para la devoción a María se sentaron en el año 431, cuando el Concilio de Éfeso la proclamó “Madre de Dios”, o Theotokos (en griego, “la que da a luz a Dios”). Es interesante notar que Éfeso, la ciudad donde se celebró aquel concilio, fue por siglos el centro del culto idolátrico a Ártemis, la diosa de la fertilidad.
Muchos aspectos de la veneración a María, como las procesiones, tienen su origen en la adoración de Ártemis, cuya imagen supuestamente “cayó del cielo” (Hechos 19:35). De hecho, otra práctica que se infiltró poco a poco en la doctrina cristiana fue el empleo de imágenes.

LA VERDAD:

María fue madre del Hijo de Dios. El mito de que es la Madre de Dios en realidad procede de la doctrina de la Trinidad.

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Mito 6: 

Está bien usar imágenes para adorar a Dios


¿Cómo se creó el mito?

“Los primeros cristianos no usaban imágenes para adorar a Dios [...]. La Iglesia justificó la admisión de imágenes durante los siglos IV y V argumentando que la gente inculta aprendería las enseñanzas del cristianismo más fácilmente con imágenes que con sermones o libros.” (Cyclopedia of Biblical, Theological, and Ecclesiastical Literature, de McClintock y Strong.)

¿Qué dice la Biblia?

“No te hagas ningún ídolo, ni nada que guarde semejanza con lo que hay arriba en el cielo, ni con lo que hay abajo en la tierra, ni con lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te inclines delante de ellos ni los adores.” (Éxodo 20:4, 5, Nueva Versión Internacional.) Y en el siglo I, el apóstol Juan exhortó a los cristianos: “Hijitos, guárdense de los ídolos” (1 Juan 5:21).

Muchas religiones afirman que las imágenes no son ídolos, sino un medio para acercarse y honrar a la persona a la que representan. Pero ¿es eso cierto? De acuerdo con una enciclopedia, “es posible que, al principio, las imágenes tuvieran fines principalmente didácticos y decorativos; al menos, así era como se justificaba su uso. Sin embargo, pronto resultó evidente que se habían convertido en objeto de veneración. Esto es especialmente cierto en el caso de los iconos de la Iglesia Ortodoxa Oriental, donde llegaron a ser parte principal del culto” (The Encyclopedia of Religion). Ahora bien, ¿tienen algún valor esas imágenes? No, pues el profeta Isaías dijo: “¿A quién, pues, compararéis a Dios y a qué imagen haréis que se le asemeje?” (Isaías 40:18, Nácar-Colunga, 1972).

LA VERDAD:

Dios no aprueba que usemos imágenes para adorarlo.

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¿ESCOGERÁ USTED LOS MITOS, O LA VERDAD?

Del breve análisis que hemos realizado podemos extraer una importante conclusión: los “mitos elaborados artificialmente” que enseñan muchas iglesias no pueden rivalizar con las claras verdades de la Biblia, que tanta paz nos traen (2 Pedro 1:16, Cantera-Iglesias).

Así pues, lo animamos a reflexionar en lo que le han enseñado y a compararlo con la verdad de la Palabra de Dios (Juan 17:17). Entonces verá cumplirse esta promesa bíblica: “Conocerán la verdad, y la verdad los libertará” (Juan 8:32).


LA ATALAYA NOVIEMBRE DE 2009

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